Debo confesarlo: no conocía “Todo va a estar bien”, esa sublime canción de Barak, un conjunto musical de quien tampoco había tenido noticias. La primera vez que la escuché hace apenas unos días, cuando entré al establecimiento donde suelo dar mantenimiento a aquella zona de mi cuerpo que aloja el órgano que centraliza la actividad de mi sistema nervioso, especialmente los filamentos cilíndricos formados por fibra de queratina y que hoy asemejan unas “hojas blancas” que la llamada “Universidad de la Salsa” popularizara hace más de cuatro décadas.
La música de Barak tiene como inspiración a la figura cuyo nacimiento celebramos durante el colofón de cada año, y que para muchos se trata del Mesías profetizado en el Antiguo Testamento. "Todo va a estar bien" no escapa a este género.
Sin embargo, su lírica, más allá de ser alusiva a quien, de acuerdo con el Cristianismo, es el mismísimo Hijo de Dios, crucificado, muerto y sepultado durante el mandato de Poncio Pilato, cautiva de tal manera que podría hacer pasar de soslayo estas consideraciones para remitirnos también a su capacidad de presentarnos a todos, sin importar nuestra orientación religiosa, el desafío de vivir en medio de las más retadoras adversidades convencidos de que la actitud positiva y el optimismo constituyen pilares de la felicidad y el bienestar.
Sé que para miles personas la frase "Todo va a estar bien" y otros clichés, no son más que simples apelaciones a una insípida retórica con la que pretenden fallidamente motivar algunos de los que hoy conocemos como "coaches" e "influencers", y hasta "psicólogos" con una concepción famélica de la ciencia cuya paternidad muchos atribuyen al alemán Wilhelm Wundt.
"Todo va a estar bien", aunque en el contexto en que lo plantea la banda dominicana podría aludir a una variable de atribución externa en el sentido de la omnipotencia del Altísimo sobre el destino de las personas, desde la óptica de la atribución interna, guarda una enorme consistencia con el potencial del ser humano para lograr sus metas, aún aquellas con apariencia de utopías.
Nuestra salud mental y la realización de nuestros propósitos reciben la influencia de fuerzas exógenas, pero también nuestros patrones de pensamiento tienen un enorme impacto en los resultados, puesto que los mismos suelen generar sentimientos y emociones que matizan y orientan el curso de nuestras acciones, en una dinámica de interdependencia que explica parcialmente las complejidades de un ser humano hecho “a imagen y semejanza de Dios”.
Naturalmente, pretender que "Todo va a estar bien" tan solo con desearlo, equivale a un pueril acto que nos hace ignorar que lo que obtengamos será el producto de la interacción de una serie de factores, algunos bajo nuestro control, otros no tanto. Por tanto, es saludable tomar en cuenta esta ecuación para evitar las frustraciones acumuladas, los cuadros de ansiedad, las angustias y las depresiones.
Apostar a que “Todo va a estar bien”, desde esta perspectiva, equivale a agradecer por los regalos y los dones recibidos, y a aprender a jugar ese “juego interior” donde nuestro oponente son los obstáculos internos cuyas interferencias obran como mecanismos inhibitorios de nuestras fortalezas y de las hazañas de las que somos capaces. Desde esta perspectiva, no hay dudas, “Todo va a estar bien”.
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