Ha sido mucho lo que se ha especulado respecto a la decisión de la facción del presidente Danilo Medina en el sentido de no revelar los detalles de las encuestas aplicadas para decidir quién será el precandidato que enfrentará en las primarias a Leonel Fernández. La versión más socorrida se refiere al esfuerzo que estaría haciendo la cúpula del danilismo por ocultar bajo la alfombra un no muy generoso respaldo que habría recibido entre los encuestados el exministro de Obras Públicas, Gonzalo Castillo.
Sin embargo, si bien es cierto que la hipótesis no es del todo descabellada, debemos puntualizar que, de igual manera, la medida pudo obedecer a una estrategia relacionada con la percepción que puedan tener los simpatizantes del danilista que finalmente hubiere de alzarse con la nominacion, con independencia de quien hubiese resultado el agraciado.
Estas consideraciones tienen su fundamento en el hecho de que la atención de los adeptos de la corriente del mandatario, pasada la contienda entre los aspirantes, debería concentrarse de manera total en el que finalmente obtuviera la denominación de "delfin", sin ningún riesgo de estímulos distractores.
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En este sentido, dar a conocer que Gonzalo Castillo obtuvo determinada cantidad de votos mientras también se publican las distintas cuotas de apoyo que lograron llevarse entre sus garras cada uno de los demás aspirantes, hubiese equivalido a diluir la agenda pos encuestas en la opinión pública y en las bases del partido, dispersando el debate y prolongando el "conflicto" que las fricciones naturales pudieron haber producido.
En otras palabras, si los estrategas del danilismo se hubiesen aventurado a compartir con los medios de comunicación los detalles de la investigación sobre las preferencias, se hubieran arriesgado a que los análisis en torno a las interpretaciones de esas cifras le roben protagonismo a lo que realmente importa ahora: Gonzalo Castillo, cuya figura debe acaparar en estos instantes toda la opinión pública, proyectando la idea de que el danilismo hoy ha salido mucho más fortalecido, cohesionado y unificado en torno a la figura monolítica del exministro.
Este desacierto se hubiese traducido en un verdadero ruido para el despegue de la precandidatura formal de Castillo, el cual, muy seguramente, hubiese aprovechado la oposición para intentar torpedear el crecimiento de una propuesta que es lo único que se debe estar posicionando en estos momentos en las mentes de los electores como consumidores.
El error de los danilistas, sin lugar a dudas, fue no haber previsto la medida de mantener en privado detalles de las encuestas, y hacer de ello parte del reglamento del acuerdo, haciéndolo de público conocimiento desde el mismo instante en que decidieron sumar fuerzas para derrotar al expresidente en sus aspiraciones de volver a ser el inquilino del Palacio Nacional.
Esto así, porque ahora, la percepción de una gran parte del país político es que la decisión fue tomada ante unos resultados favorables al hoy único precandidato danilista muy por debajo de las expectativas, lo cual contraviene la meta de que Gonzalo Castillo se comience a posicionar como la única y verdadera "sangre nueva" y heredero indiscutible de Danilo Medina.
De cara al futuro inmediato, el reto del danilismo consiste en tomar medidas para minimizar el costo político de su falta de previsión.