El presidente estadounidense, Donald Trump, reconoció este domingo que su prioridad en las elecciones legislativas del martes es el Senado, en un intento de desvincularse de la posible pérdida de control republicano en la Cámara Baja, que la oposición demócrata tiene bastantes probabilidades de recuperar.
A dos días de los comicios, Trump y el expresidente Barack Obama volvieron a liderar la campaña de sus respectivos partidos, el republicano y el demócrata, mientras cientos de aspirantes a cargos federales, estatales y locales apuraban sus esfuerzos para sacar a los estadounidenses a votar.
"Si la resistencia radical (de los demócratas) llega al poder, actuarán inmediatamente para erradicar todos los avances que hemos hecho", alertó Trump en el primero de sus dos mítines de la jornada en Macon (Georgia), antes de desplazarse a Tennessee.
Obama, por su parte, presentó las elecciones del martes como "las más importantes" de su vida, y subrayó que "Estados Unidos está en una encrucijada".
"Hay una competición de ideas sobre quiénes somos y quiénes vamos a ser. El carácter de nuestra nación está en la papeleta", dijo Obama en un acto en Chicago (Illinois).
En los comicios se renovarán los 435 escaños de la Cámara de Representantes más un tercio de los cien asientos del Senado, así como una treintena de gobernaciones y cientos de cargos públicos estatales y locales.
Las encuestas dibujan un panorama favorable para los demócratas en la Cámara Baja, donde necesitan ganar 23 escaños para recuperar una mayoría que los republicanos han ostentado desde 2011.
En cambio, el mapa es mucho menos favorable para los progresistas en el Senado, donde tienen que defender más asientos que los republicanos, y en estados especialmente conservadores.
Trump ha centrado sus mítines en estados que ganó en 2016 y donde hay batallas por el Senado o por gobernaciones, pero apenas ha hecho campaña por los aspirantes a escaños de la Cámara Baja, que se disputan en muchos casos en suburbios de ciudades demócratas.
Hoy, dos días después de reconocer que los demócratas podrían conquistar la Cámara Baja, el presidente admitió que su "enfoque principal ha sido el Senado".
"No puedo hacer campaña por todos esos congresistas. Hay mucha gente en la Cámara Baja. Serían demasiadas paradas", opinó en declaraciones a los periodistas en la Casa Blanca.
Si los demócratas se hacen con el control de ese hemiciclo y los republicanos mantienen su dominio en el Senado, las elecciones legislativas -consideradas un referéndum sobre el presidente- depararían un veredicto contradictorio de Estados Unidos sobre la gestión de Trump.
El mandatario, que esta semana insinuó que el presidente saliente de la Cámara Baja, el republicano Paul Ryan, no ha hecho lo suficiente por retener las riendas de la institución, parecía allanar así el terreno para echar balones fuera si su partido resulta finalmente derrotado en esa contienda.
En Georgia, Trump retomó su discurso alarmista sobre la inmigración y la caravana de migrantes centroamericanos que se dirigen a EE.UU. y subrayó que no dejará "que esta gente invada nuestro país".
Trump también alertó de que la candidata demócrata a gobernadora de Georgia, Stacey Abrams, convertiría el estado "en Venezuela", un ataque que ha empleado reiteradamente contra los aspirantes progresistas en estas elecciones.
Abrams es una de las figuras más observadas en esta campaña porque, si gana el martes, se convertirá en la primera mujer afroamericana que llega a ser gobernadora en la historia de EE.UU.
Las encuestas muestran una ajustada batalla entre Abrams y su rival, el republicano Brian Kemp, quien hoy se aseguró titulares a nivel nacional al anunciar que estaba investigando al partido demócrata en el estado por "posibles crímenes cibernéticos".
Kemp, quien es secretario estatal de Georgia y supervisa las elecciones en la región, acusó a los demócratas de intentar piratear el sistema de registros de votantes del estado, sin proporcionar pruebas, algo que Abrams tildó de acusación "desesperada".
En Texas, el aspirante demócrata al Senado Beto O’Rourke cerró su campaña con la esperanza de movilizar a los suficientes votantes como para dejar en mal lugar a las encuestas, que dan una ventaja de entre 5 y 9 puntos a su rival, el senador republicano Ted Cruz.