Cacique y presidente

República Dominicana, entre la injerencia estadounidense y la reelección

lunes 15 julio , 2019

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Foto: Amaury Pineda

La llamada que le hiciere el secretario de Estado de EE. UU., Mike Pompeo, al presidente Medina el pasado martes, dejó un sabor agridulce en el paladar de muchos dominicanos. Y no es para menos, pues, al parecer, la intervención de Pompeo puso un alto al plan de iniciar una nueva reforma constitucional con el objetivo de habilitar la reelección de Medina.

Por un lado, casi un 70 % de los y las dominicanas rechaza que se produzca tal reforma a la Carta Magna (Gallup 2019). Por otro lado, nuestro país no olvida las nefastas intervenciones político-militares con las que los estadounidenses abrieron paso a la dictadura de Trujillo y a los doce años de Balaguer.

Los principios de soberanía y autodeterminación en el derecho internacional indican que los pueblos de cada nación y sus respectivos gobiernos gozan de autonomía y control absoluto sobre todos los asuntos dentro de su limite territorial y marítimo (Dahbour 2013). Sin embargo, la historia revela como los EE. UU. y su “Doctrina Monroe” han violentado estos principios bajo pretensiones cuestionables.

Por ejemplo, la CIA llevo a cabo el golpe de estado contra el presidente de Guatemala Jacobo Árbenz en 1954 bajo el pretexto de amenaza comunista (Stone 1983). En realidad, Ábenz fue electo democráticamente e inicio una de las reformas agrarias más importantes de la historia distribuyendo tierras a los campesinos guatemaltecos para fomentar la productividad del país (Gleijeses 1989).

La infame corporación estadounidense, United Fruit Company (hoy, Chiquita Brands International) tenia un control monopólico sobre el comercio de guineos en las llamadas “Repúblicas Bananeras” (Rabe 2006). 

La reforma agraria de Árbenz puso en riesgo el negocio redondo de United Fruit Company en Guatemala, y a consecuencia EE. UU. ejecutó un golpe de estado y en lugar de Árbenz instauró la dictadura militar a cargo de Carlos Castillo Armas que respondería a los intereses de sus patrocinadores (Stone 1983). Como crónica de una muerte anunciada, el mismo destino conocerían Juan Bosch y Salvador Allende (Rabe 2006).

Cierto es que la posible reelección de Medina amenaza la estabilidad institucional del país. Por tanto, los ciudadanos que rechazan la reforma constitucional podrían sentir un grado satisfacción al saber que los EE. UU. reprueban las maniobras reeleccionistas y actúan para que los planes del ‘danilismo’ no se materialicen.

Lamentablemente, esa satisfacción se percibe junto al pesar de saber que, según la experiencia, los estadounidenses están más interesados en proteger sus intereses que la institucionalidad de nuestra nación. Así, aunque el fin de proteger la constitución sea compartido por las mayorías, los medios, en este caso, la llamada de Pompeo, quizás para muchos no sean justificables.

“El enemigo de mi enemigo es mi amigo” (Boesche 2002), reza el proverbio. Y ya decía Edmund Burke (1790) que la política se trata de lograr pactos entre el bien y el mal, y a veces entre el mal y el mal. El pragmatismo político que logro reformar la Constitución de la República en tres ocasiones en menos de 15 años para reelegir al presidente de turno (los casos de Mejía y Medina) o rehabilitar su futura reelección (el caso de Fernández) solo puede ser derrotado por un pragmatismo de igual magnitud.

Pienso que en estos momentos no puede haber espacio a diferencias ideológicas, de orgullo o de intereses personales. Si el objetivo es la estabilidad institucional, todos los que comulguen con esa causa deberán poner de lado sus diferencias y aunar esfuerzos, si es que desean ser exitosos.

Si EE. UU. apoya el no reformar la constitución para rehabilitar a Medina, los dominicanos que apoyamos esa meta debemos poner momentáneamente de lado las memorias de intervenciones pasadas y abrazar el apoyo que la administración de Trump pueda dar a esta causa.

Similarmente, pienso que las diferencias entre los partidos opositores que rechazan otra reforma constitucional y el ‘leonelismo’ deben menguar en este proceso. Las intenciones ulteriores de Fernández o de la oposición son en lo inmediato irrelevantes. El único objetivo que deben primar por el momento es prevenir la reelección. Si no se apoyan unos con otros, el pragmatismo con el que siempre opera él que se encuentra en el poder tendrá mas posibilidades de resultar victorioso.

Ver con malos ojos la llamada de Pompeo no es equivocado dada la vil historia de intervenciones estadounidenses en nuestro país y la región. Del mismo modo, sospechar de las intenciones de Fernández de constituirse en guardián de la Constitución de la República sabiendo que él mismo la violento una vez en beneficio propio, es quizás una sabia actitud.

Y claro, es sano el escepticismo hacia el PRM, pues es este partido él que alberga entre sus líderes a quien reinició la practica reeleccionista postBalaguer. No obstante, el momento demanda una posición pragmática. Hay que dar la bienvenida y hacer causa común con todos los que estén en contra de otra reforma para así lograr coartar el paso a la reelección.   

Boesche, R. (2002). The First Great Political Realist: Kautilya and His Arthashastra. Lexington
Burke, R. (1790). Reflections on the Revolution in France. Edited by Frank M. Turner ; with Essays by Darrin M. McMahon [and Others] (2003). Yale UP
Dahbour, O. (2013). Self-determination without Nationalism : A Theory of Postnational Sovereignty. Temple UP, Print. Global Ethics and Politics.
Gleijeses, P. (1989). The Agrarian Reform of Jacobo Arbenz. Journal of Latin American Studies 21.3: 453-80
Rabe, S. (2006). The Johnson Doctrine. Presidential Studies Quarterly 36.1: 48-58.
Stone, S. (1983). Production and Politics in Central America’s Convulsions. Journal of Latin American Studies 15.2: 453-69.

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Amaury Pineda

Candidato a doctor en ciencias políticas, Western Michigan University, EE.UU. Licenciado en Derecho, egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

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