La semana pasada fue una de las menos "chéveres" para la televisión dominicana. Esto así, debido a que la popularmente conocida como "la Diva" de la pantalla chica, Milagros Germán, anunció el cambio de horario de su producción nocturna de lunes a viernes a lo que será una oferta semanal.
La noticia corrió como pólvora, entristeciendo a una audiencia que ha hecho de la ex Miss República Dominicana una tradición de quince años antes de irse a la cama. El tema adquirió la categoría de "tendencia" en las redes sociales, para beneplácito de Jean Alain Rodríguez y treinta y seis procuradores fiscales y procuradores generales de cortes de apelación, quienes estaban sonando más que El Puma y su “Pavo Real” durante la década de los ochentas (aún resuena en los oídos de mi generación el estribillo "¡Qué chévere, qué chévere, qué chévere!").
Las versiones sobre las motivaciones que tuvo Telesistema Dominicano para arribar a tal decisión no se hicieron esperar. Una de las principales sugería que el Gobierno habría "solicitado" a la gerencia del Grupo Corripio la censura del programa debido a ciertos pronunciamientos contra la actual gestión que allí se vertían con regularidad.
Con esto se estaría cometiendo, de acuerdo con aquellos que sustentan esta tesis, una grosera violación a la libertad de expresión y difusión del pensamiento, consagrada en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y un derecho fundamental estipulado por nuestra Constitución en su artículo 49 y en la Ley 61-32. Sin embargo, otros sostienen la especie de que los más recientes estados financieros ya no estaban tan "chéveres". En otras palabras, las razones habrían sido exclusivamente mercadológicas, y hay que recordar que "negocios son negocios".
Una de las grandes enseñanzas que nos deja toda la turbulencia que provocó durante la semana pasada este otro huracán, tiene que ver con los niveles de intolerancia con que muchos ciudadanos, incluidos ciertos líderes de opinión, ejercieron su derecho a disentir. En estos días he escuchado y leído los epítetos más ofensivos por ambas partes, sin que se tome en cuenta que el disfrute de la libertad de expresión se debe ejercer respetando el honor, la dignidad y la moral de los demás.
La tolerancia es la espina dorsal de la democracia.
Sin tolerancia no puede haber respeto a los derechos humanos, ya que la participación implica inclusión e igualdad. El hecho de que el otro no coincida con usted en sus apreciaciones no lo hace un "estúpido", un "idiota" o un "corrupto". Una cosa es hacer un análisis ponderado y establecer responsabilidades de manera argumentada, firme y sosegada, y otra muy distinta es descalificar y denostar a todo aquel que ose contradecirle.
¡Qué chévere fuera si comprendiésemos que con cada insulto que digitamos o pronunciamos estamos contribuyendo a incrementar la tasa de violencia en nuestro país! ¡Qué chévere fuera si entendiéramos ese principio básico de la convivencia pacífica! ¡Qué chévere fuera si dejamos de apelar tanto a la paz cuando la misma la tenemos en nuestras propias narices! ¡Qué chévere fuera si nos convenciéramos de que mientras no obremos de esa manera las marchas y los seminarios continuarán, porque para cambiar a la sociedad es imprescindible comenzar cambiando nosotros mismos!
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