La ideología racista y xenófoba sobre la migración haitiana suma a los estigmas de “invasión” y “carga” el calificativo de “ilegales”, modalidad represiva e inhumana propia de Estados y poderes opresores.
Emigrar para sobrevivir no es delito. Es más bien una expulsión social motivada por la negación del derecho a la vida y por tanto calificar de “ilegales” a sus protagonistas conduce a criminalizar la migración, hacerle la guerra, militarizar el problema y a considerarlo asunto de “seguridad nacional”, asignado a las Fuerzas Armadas y a la defensa de una soberanía, por demás inexistente. Y así penosamente acontece en nuestro país.
En la actualidad mundial el imperialismo estadounidense está llevando esa modalidad represiva a niveles paranoicos y aberrantes, considerándola “delito mayor” junto al terrorismo, tráfico de armas, drogas y bandas gansteriles; e incluyéndolo en la agenda de sus nefastos programas de “seguridad nacional” y “combate al terrorismo y a la delincuencia” a escala internacional.
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En este tema EEUU trata a nuestra país con una singularidad oportunista que tiende a confundir: frente al problema migratorio dominico-haitiano, sus autoridades hipócritamente se presentan como defensores de los derechos de la migración haitiana e inmigrantes dominico-haitianos, por tratarse de un fenómeno fuera de su territorio que le permite simular sin pagar costo y ganar “prestigio”.
Contrasta, sin embargo, que sus voceros no dicen eso ni actúan en forma similar cuando se trata de la migración haitiana, dominicana, colombiana mexicana, salvadoreña, árabe-islamita… que intenta entrar o está establecida en el territorio de esa súper-potencia.
Ese y otros poderes imperiales imponen las injustas causas sociales y políticas que provocan los grandes flujos migratorios, al tiempo que discriminan, sobre-explotan, acosan, persiguen y reprimen a las víctimas de esas imposiciones; llegando al extremo de considerarlos blanco de ataques de su “infinita” guerra global.
Aquí los estigmas, y específicamente la criminalización anti-haitiana, está alimentando un intenso programa comunicacional que procura conformar corrientes y agrupamientos neofascistas desde medios de comunicación masiva, redes sociales, cuerpos castrenses y policiales, viejas matriculas partidos políticos y nuevos agrupamientos de extrema derecha con vocación para-policial, lo que incluye una rehabilitación en grande de la herencia anti-haitiana y despótica de corte trujillista y balaguerista.
El partido oficial opera como facilitador de esa avalancha, mientras la cúpula empresarial asume una doble moral: promueve el “peligro o amenaza haitiana”, contribuye a convertir la frontera en un gran negocio irregular multifacético y estimula la migración como factor depresor de salarios.
El muro fronterizo a lo Trump y la gestación de grupos paramilitares son sus nuevas recetas: iniciativas perversas inservibles para remediar el flujo migratorio y contrarrestar el ominoso negocio fronterizo, más bien tienden a encarecerlo para multiplicar ganancias. Y tampoco es solución un hipócritas “pacto global” que evade la matriz estructural de las crisis migratorias.
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