Un médico psiquiatra y tres psicólogos clínicos criticaron el rol deficiente que ha jugado el Estado para evitar la difusión y producción de música urbana y de canciones con mensajes obscenos, de irrespeto hacia la mujer y los padres, así como de contenidos cargados de sexualidad, de invitación a la violencia, al alcoholismo y la drogadicción.
El doctor Luis Ortega, médico psiquiatra, y los psicólogos clínicos José Hoepelman Santana, Miron Alexander Melo y Noel De la Rosa consideraron que el Estado debe aplicar efectivos controles de regulación y supervisión, para que los autores e intérpretes de ritmos musicales urbanos mejoren los contenidos y puedan ser un buen modelo para los niños y jóvenes que los siguen.
Al analizar el tema sobre “los mensajes musicales y efectos de la música urbana en la juventud y la sociedad dominicana en general, los expositores expresaron que el problema no es la música en sí, que dicen es arte, sino los contenidos y mensajes que llevan a la sociedad.
Manifestaron que no solo los ritmos de raps y dembow están repletos de malos mensajes, sino que el merengue y la bachata han pasado por esas etapas en sus momentos.
Responsabilizaron a funcionarios y el Gobierno de no aplicar los debidos controles sobre los contenidos de las canciones y afirmaron que la responsabilidad no es solo de los padres que sus hijos repitan los mensajes y bailen los ritmos musicales que difunden los medios de comunicación.
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Noel de la Rosa, catedrático universitario, sostuvo que la música urbana estimula a la agresividad, al sexo, a la violencia, al consumo de estupefacientes, a la perversidad y al alcoholismo, pero a la vez induce al amor y a la depresión.
Miron Alexander sostuvo que la música que se difunde y oye es una representación de lo que la persona es socialmente, ya que como ser humano puede seleccionar el género que le guste y según su contenido.
Según Luis Ortega, la música activa la serotonina, la dopamina y otros neurotransmisores cerebrales, y opinó que muchos intérpretes de rap y el dembow tienen detrás al narcotráfico.
Noel De la Rosa afirma que esos ritmos atrofian el cerebro humano, ya que inducen a la idiotez y a la bajeza del lenguaje porque no contribuyen a la mejora lingüística ni cultural, sino que atrofian el cerebro.
“Se debe cambiar el modelo, la forma y los contenidos de sus canciones, como tuvo que ocurrir en Puerto Rico”, subrayó.
Ortega coincidió con José Hoepelman y Miron Alexander al sostener que la bachata se internacionalizó cuando fue mejorado el lenguaje y el contenido de las canciones.
Deploró que muchos intérpretes urbanos estén relacionados con el consumo y tráfico de drogas, lo cual estimó como un grave problema social que debe ser enfrentado cuanto ante.
José Hoepelman dijo que muchos intérpretes de música urbano vienen de hogares sin papás, de ahí a los contenidos de las canciones.
Noel expresó que los padres también deben jugar su rol con la educación a su hijo a fin de que oigan los contenidos con mensajes sobre el modelo de sociedad que el país necesita.
La música es arte, es un producto que tiene demanda.
Pero son la familia, los padres y la escuela y el Estado, los que deben regular las expresiones y los contenidos.
En conclusión, los cuatro profesionales opinaron que el cambio de las letras es lo fundamental en la música urbana, ya que resulta imposible detener su difusión.
Subrayaron que la educación en el hogar es esencial para poder discernir sobre los contenidos musicales y exhortaron a los productores, autores e intérpretes a mejoar la calidad de los contenidos.