Por María D. Valderrama
El presidente francés, Emmanuel Macron, entonó este viernes el "mea culpa" en una visita sorpresa a un hospital parisino, donde prometió un plan "masivo" y acelerado para mejorar la situación del sistema sanitario local.
"Sin duda, cometimos un error en la estrategia anunciada hace dos años", dijo el jefe del Estado en el hospital Pitié-Salpêtrière, en referencia a la ley de salud lanzada en 2018, que buscaba aliviar la saturación de las urgencias y mejorar la situación del personal sanitario, entre otros puntos.
Un cambio que no impidió que las "batas blancas" fueran uno de los colectivos más visibles en las manifestaciones de los últimos tiempos contra el Ejecutivo, y cuyo desencanto volvió a evidenciarse este viernes en los reproches de algunos trabajadores.
ACABAR CON EL EMPOBRECIMIENTO DE SANITARIOS
Macron explicó que ha pedido al ministro de Sanidad, Olivier Véran, comenzar la preparación de esta nueva estrategia sanitaria la semana que viene y consideró que el plan anterior era "insuficiente" y llegaba tarde: "Es muy cruel para mí mismo, era una súper estrategia pero que debía haberse hecho diez años antes", dijo.
El nuevo plan, explicó, deberá centrarse en la inversión en infraestructuras, la revalorización de los salarios, la instauración de un sistema más flexible y una reorganización para los profesionales médicos externos a los hospitales.
"Ha despertado usted una esperanza magnífica en la gente, dar marcha atrás no sería aceptable", le espetó el jefe del servicio de hepatología, Dominique Thabut, que, como otros compañeros, denunciaron el empobrecimiento del sector, con enfermeras que en ocasiones apenas superan los 1.000 euros de sueldo.
Según testimoniaron, esta situación lleva a muchos a trabajar en paralelo en el sector privado, para tener un salario suficiente para vivir, especialmente en la capital.
"Hay que acabar con esta pauperización", aseguró Macron, cuya visita coincidió este viernes con la publicación del decreto que otorga una prima de entre 500 y 1.500 euros a los trabajadores de hospitales de los 40 departamentos más afectados por la epidemia.
MIEDO A UNA SEGUNDA OLA
El Gobierno francés, que este jueves trató de enviar un mensaje positivo a la población asegurando que podrán ir de vacaciones en julio y agosto, al menos dentro de las fronteras nacionales, concentra sus esfuerzos en la necesidad de relanzar la economía sin esconder el temor a una fatídica segunda ola.
Coincidiendo con el primer fin de semana de la etapa inicial del desconfinamiento, que arrancó el pasado lunes, las autoridades se concentran en el respeto a las medidas de precaución así como evitar que los franceses se salten la norma de viajar en un perímetro superior a los 100 kilómetros.
Esta semana, la actividad en comercios se retomaba con calma, pero a mejor ritmo de lo previsto, y en las principales ciudades, el regreso del tráfico evidenciaba una progresiva vuelta a la normalidad.
Ahora, al Ejecutivo le queda estudiar los datos de nuevas hospitalizaciones e ingresos en cuidados intensivos, para tratar de adelantar el efecto del desconfinamiento, que no será tangible hasta dentro de al menos dos semanas.
La portavoz del Gobierno, Sibeth Ndiaye, hizo este viernes un balance positivo de la desescalada y apuntó que las medidas están siendo respetadas aunque aún quedan muchos esfuerzos que hacer antes del verano.
La segunda fase, que debería de ponerse en marcha en junio, permitirá principalmente la reapertura de restaurantes, bares y cafeterías, aunque su ritmo dependerá del avance de la enfermedad en los próximos días.
De momento, cerca de 1,5 millones de alumnos han regresado a las aulas con particulares restricciones al número de alumnos por clase, y a partir de la semana que viene cientos de miles de estudiantes de secundaria volverán también a los colegios en las zonas menos afectadas por el virus.
En las zonas donde el virus circula con más fuerza, el noreste del país y la región parisina, la reapertura de centros de enseñanza secundaria todavía no se contempla.