El fiasco electoral ocurrido a pocas horas de iniciados los comicios municipales del pasado domingo presenta un panorama político incierto donde hay ganadores y perdedores. En primer lugar, pierde el pueblo dominicano. La imparcialidad de los actuales miembros de la Junta Central Electoral, aunque previamente cuestionada, ahora queda en tela de juicio por razones justificadas. Hay evidencias claras para desconfiar del árbitro y, en consecuencia, nos hemos reducido a un país que, como Haití, parece carecer de capacidad técnica y ética para organizar sus propias elecciones con transparencia y justeza.
En segundo lugar, pierde el candidato presidencial por el PLD, Gonzalo Castillo. A menos que se tomen ciertas medidas correctivas (las cuales comparto más adelante en este artículo), no hay manera de que Castillo pueda ser declarado ganador en las elecciones de mayo próximo sin que esto despierte la duda y el repudio de una gran parte de la población. La insistencia por implementar el voto automatizado, sumada al hecho de que el “error técnico” durante este intento de elecciones fue cometido a favor del PLD, hacen sospecho cualquier resultado que favorezca a alguno de sus candidatos. Especialmente, afectan a Castillo por ser el candidato presidencial.
Además de enfrentar la falta de credibilidad que al momento padecen las autoridades electorales nombradas por su partido, Castillo tiene que lidiar con la percepción cada vez más popular de que el candidato presidencial por el PRM Luis Abinader, le supera por mucho en intención de voto según las encuestadoras de mayor prestigio del país. En fin, aún obteniendo Castillo la mayoría de los votos, no sería creíble que el candidato de un partido cuyo actuar luce fraudulento y que para colmo esta abajo en las encuestas resulte victorioso.
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Por otro lado, el desastre de la Junta ha “vindicado” el expresidente Leonel Fernández. Hace apenas unos pocos meses Fernández, tras ser derrotado por Castillo en las primarias del PLD, parecía un niño caprichoso, enojado porque sus padres no le daban lo que quería. Sus acusaciones de fraude no fueron más que un ‘pataleo’ a los ojos de muchos dominicanos. Y, no era para menos, sus argumentos fueron incoherentes (que si un indio o que un algoritmo), nunca monstro evidencias tangibles y no teníamos precedente de tales actos desde 1994.
Sin embargo, después de lo acontecido el pasado domingo, el ‘pataleo’ de Fernández parece cobrar sentido. Personalmente, entiendo que lo ocurrido durante estas elecciones no fue más que un error técnico. El proceso es nuevo, nuestras autoridades no son conocidas por tener títulos de Ph.D. y los programas informáticos no son infalibles. Por ejemplo, durante las recientes elecciones primarias del partido Demócrata en el estado de Iowa, falló una aplicación móvil que afecto la integridad de todo el proceso. Si esto ocurrió en EE. UU. un país desarrollado, con expertos en todas las áreas y con la democracia más vieja que no podría pasar en Rep. Dom.
De todos modos, puedo comprender porque, ante los ojos de muchos dominicanos, el “error” de la Junta no fue fortuito. Tantas “coincidencias” juntas en corto tiempo despiertan el escepticismo del ciudadano más crédulo. Esto sin mencionar que el dominicano de por si “vive chivo”. Así, la figura de Fernández resurge como un político avezado que no ‘pataleo’ sino que intento advertir al país de que la voluntad del pueblo había sido violada por el presidente Danilo Medina y los danilistas.
A pesar de la poca o casi nula credibilidad que goza la JCE al momento, creo que hay una salida para darle un giro 180 grados a la situación y restaurar la confianza en esa institución. Primero, hay que destituir a todos los miembros de la Junta y sus suplentes. Por honorables que sean, su incapacidad para llevar a cabo un proceso creíble los desautoriza como técnicos aptos para seguir en el cargo. Por transparentes que sean, cualquier actuación de estos miembros estaría plagada de dudas. Ellos no cuentan con la confianza del pueblo dominicano y de los partidos de oposición.
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Segundo, hay que nombrar en esos puestos, quizás por primera vez en la historia política dominicana, a personas realmente creíbles. Y claro, no hablo de los sospechosos usuales (ej. Monseñor Agripino Núñez), hablo de figuras que, hasta la fecha, gozan del aprecio y la confianza de muchos dominicanos (ej. el Dr. Ricardo Nieves, la socióloga Marisela Duval, el periodista Juan Bolívar Díaz, entre otros) por ser personas probas e imparciales.
Tercero, habría que darles a estos nuevos miembros la libertad y los recursos para que ellos realicen una investigación exhaustiva de lo ocurrido en estas elecciones. Cualquier investigación llevada a cabo por funcionarios vinculados al PLD ha de tener la misma legitimidad que tuvo el informe de la infame comisión que “investigo” el contrato de Punta Catalina. En otras palabras, ya basta de que los peledeístas investiguen a los peledeístas.
Desde ya puedo escuchar la queja de algunos que entienden que esas personas que mencioné quizás carecen del entrenamiento técnico para liderar la JCE. A esto respondo recordando que la lista no es limitativa, otros personajes pueden incluirse. Además, hay que tener en cuenta que el problema actual de la Junta frente a la población de no es de carácter técnico sino político. Por tanto, nuestro sistema electoral necesita con urgencia una inyección de legitimidad que restablezca la confianza so pena de el resquebrajamiento de nuestra ya frágil democracia.
No obstante, estoy consciente de que el PLD estaría rotundamente opuesto a tomar tales medidas. La alocución de su presidente Jun Temístocles Montas así lo evidencia. Decir que el fracaso de la Junta fue culpa de Luis Abinader, sugerir que el proceso solo debió anularse parcialmente, resaltar que ellos tenían la delantera legitima en la mayoría de los municipios e insistir en que ellos van a realizar una “investigación” para mí son vestigios de que el PLD ha perdido contacto con la realidad.
¿En que cabeza cabe que una Junta manejada por el PLD cedería a las presiones del PRM? ¿Cómo legitimar una parte de las elecciones cuando la otra esta totalmente viciada en favor del partido de turno? ¿Qué credibilidad puede tener el triunfo de un candidato peledeísta en medio de tantas irregularidades? ¿Qué resultados puede esperar el dominicano de una investigación que realiza el mismo equipo que hizo el daño? Ciertamente, el poder no es alcohol, pero es obvio cuán embriagados están muchos funcionarios del PLD que, al aparecer, siguen convencidos que el pueblo les ha de creer hasta los cuentos de pepito.
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