El trabajo no solo representa un medio que permite a las personas satisfacer sus necesidades básicas y mejorar su calidad de vida, sino que, además, les permite planificar el futuro, por lo cual su pérdida puede generar una crisis en términos de subsistencia, de crecimiento y de certidumbre respecto al porvenir.
Desempeñar un trabajo refuerza nuestra autoestima, ya que, al traducirse en resultados útiles para la sociedad, aumenta la consideración positiva que tenemos de nosotros mismos.
Es por ello que, entre las manifestaciones en términos de salud mental que acusa el actual estado de pandemia, se registra en la población cuadros de angustia y depresión como parte del síndrome propio del duelo que conlleva la ola de despidos.
Emerger de una situación como ésta representa un verdadero desafío, puesto que, en muchas ocasiones, las defensas mentales sufren un desplome ante la imposibilidad percibida de recuperarse y conseguir una nueva oportunidad.
La recuperación se encuentra en una relación de dependencia de un sinnúmero de condiciones. En ese sentido, traspolando la teoría motivacional del psicólogo canadiense Víctor Vroom, formulada en 1964, podemos afirmar que, para emprender con vocación de éxito la tarea de restaurar los proyectos malogrados por el virus de la desesperanza, el individuo deberá contar con tres pilares o factores básicos: una valencia positiva, una alta expectativa y una alta instrumentalidad.
La valencia se refiere al valor o importancia que atribuiría el individuo a la opción de trabajo que se le pudiera presentar. La oferta deberá ser atractiva para él, y esto dependerá mucho de su percepción sobre sus bondades y, por supuesto, sus necesidades. Esto incidirá en su deseo de aceptar el reto o declinarlo.
El concepto de expectativa se enfoca en las creencias del individuo sobre sus propias capacidades para lograr desempeñar satisfactoriamente las tareas que la nueva ocupación demandaría. Aquí juega un papel muy importante la percepción de autoeficacia.
Las personas con un locus de control interno y que apuestan a su capacidad para emprender y volver a empezar, tendrán más probabilidades de satisfacer los criterios de un desempeño satisfactorio.
La instrumentalidad define la creencia que pueda tener el individuo en que sus esfuerzos se traducirán en resultados. En otras palabras, las preguntas serían: "¿Valdrá la pena? ¿Obtendré la recompensa?".
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Así, en la instrumentalidad tenemos la variable que, aunque igualmente dependiente de los procesos cognitivos del individuo que ha perdido el empleo, se ve muy influenciada por aspectos tales como la eficacia del Estado en la gestión de la crisis y el nivel de credibilidad de aquellos líderes que guían y acompañan a las víctimas del desempleo.
Evitar el colapso dependerá mucho de la manera como el individuo procese y elabore la información respecto al entorno y la percepción de sí mismo.
Más allá del escenario global actual, la ciencia ha demostrado que la motivación humana es un proceso sumamente complejo, ya que está en función de múltiples variables tanto internas como externas al individuo.
Sin embargo, también ha quedado meridianamente establecido que la firme convicción y la determinación para revertir las adversidades, obra como una suerte de profecía autocumplida capaz de hacer realidad el cambio. Muchos lo han logrado. ¿Qué esperas para ser el próximo?
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