La policía arresta a una persona durante una protesta por la muerte de George Floyd I Foto: EFE/ Justin Lane
Desgraciadamente, a casi dos décadas dentro del siglo XXI, aún nuestra raza, etnia, sexo, clase social y orientación sexual pueden determinar si obtendremos un trabajo dado, buen trato por parte de las autoridades y hasta una mejor tasa de interés entre otras cosas. Debido a esto, un número creciente de manifestantes llenan las calles de varias ciudades en EE. UU. clamando justicia por el, hasta ahora, homicidio involuntario de George Floyd.
Gracias al análisis de expertos en tácticas de arresto, ha quedado demostrado, lo que el público en general intuyó con solo ver el video, que la acción por parte de Derek Chauvin, de poner su rodilla sobre el cuello de Floyd es una maniobra peligrosa, no recomendada y, en este caso en particular, innecesaria, que terminó causando la muerte de Floyd.
Sin embargo, los manifestantes no protestan por una mala práctica, o un error de cálculo. El factor irritante es la convicción de que el trato hacia Floyd (un ciudadano afroamericano) por Chauvin (un policía blanco) y la respuesta inicial del sistema de solo despedir a Chauvin, están enraizadas en prejuicio racial.
Relativamente, el caso Floyd es simple, podemos alzar el dedo acusador a un grupo de villanos con rostros y nombres. Primero, los policías que actuaron en ese “arresto”. Segundo, el sistema judicial que tanto tardó para proceder contra un sospechoso caucásico y lo acusan de un delito cuando ha cometido un crímen. Y, tercero, el presidente Trump, cuya retórica divisiva promueve la violencia. No obstante, la causa de todo esto, el prejuicio, es más compleja y merece que se aborde con detalle.
El prejuicio es ubicuo y se define como ‘adoptar una actitud, usualmente negativa, hacia un individuo o grupo basado en preconcepciones y generalizaciones infundadas.’ A veces, estas generalizaciones se arraigan en estereotipos que las sociedades construyen sin evidencia. Por ejemplo, hay personas que no confían en mujeres choferes. Tal inclinación es un prejuicio que está basado en el estereotipo de que las mujeres no son buenas conductoras.
Cuando se forman prejuicios sobre la raza de una persona o grupo, esto es lo que llamamos racismo. Lamentablemente, muchos son los que aún creen que ciertos comportamientos, ventajas o desventajas tienen un componente racial. ¿Quién no ha escuchado el mito de que los negros son mejores atletas que los blancos, o que los latinoamericanos somos vagos? Peor aún, ¿quién no ha escuchado la expresión “piensa como blanco”?, insinuando que los caucásicos son más inteligentes. En fin, todos estos son ejemplos de racismo.
Por otro lado, la discriminación es la acción que se toma a raíz de un prejuicio infundado combinado con miedo y hostilidad. El que desconfía en las habilidades de una mujer para conducir un autobús, puede que actúen contrario a su prejuicio y use los servicios de esa mujer. Esto seria un ejemplo de prejuicio sin discriminación. Ahora bien, una compañía que decide no contratar a una mujer como chofer porque duda de sus habilidades para conducir basados simplemente en ese estereotipo, pone de manifiesto su prejuicio, constituyendo así, un ejemplo de discriminación.
En los EE. UU. hay incontables manifestaciones de discriminación sistémica, específicamente, discriminación racial. Por ejemplo, varios experimentos se han realizado en lo que se envían aplicaciones de trabajo con Curriculum Vitae idénticos, donde la única diferencia es el nombre del solicitante (Emily vs. Lakisha y Greg vs. Jamal). A pesar de tener exactamente las mismas cualificaciones, las solicitudes con los nombres Lakisha y Jamal (nombres más comúnmente asociados a afroamericanos) obtuvieron la mitad de llamadas para entrevistas que Emily y Greg (Bertrand & Mullainathan 2004; Derous et al 2017).
Asimismo, diversos estudios han demostrado que los afroamericanos son más propensos a ser arrestados que los blancos, aunque ambos grupos presentan tasas de criminalidad proporcionalmente iguales (Fields & Fields 2012).
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Además, los acusados blancos tienen un 25 % más de probabilidades que los acusados negros de que su cargo inicial se retire o reduzca a un delito menor (Berdejó 2018). Y, los afroamericanos reciben condenas más severas que los blancos por los mismos crímenes ceteris paribus (Casper Smith 1996).
Lo importante es reconocer que estas manifestaciones de discriminación no nacen en el vacío, están incrustadas a prejuicios formados en base a falsos estereotipos. En el caso especifico de EE. UU., las secuelas de la esclavitud y las Leyes de Jim Crow (sistema de castas racial que operó principalmente, en los estados del sur, entre 1877 y mediados de los años sesenta) son evidentes hoy. Los afroamericanos son desproporcionalmente más pobres que los blancos y esta desventaja crea, en torno a ellos, un círculo vicioso de prejuicio.
Muchos creen que los afroamericanos son los que más usan y abusan del sistema de asistencia del gobierno. Sin embargo, los datos muestran que los blancos, seguido de los hispanos son los que más usan estas ayudas (ver datos). A pesar de estos hechos, el estereotipo del afroamericano que prefieren vivir de la asistencia gubernamental a trabajar lleva a muchos a tratar a personas de este grupo como seres inferiores que no merecen nuestra simpatía.
Ciertamente, algunos “lideres” políticos son capaces de explotar estos prejuicios para ganar adeptos. De todos modos, cada uno de nosotros es responsable de la manera en que decidimos pensar y actuar. Antes de condenar a los EE. UU. invito a mis compatriotas dominicanos a realizar el siguiente ejercicio. Cuando trates con un haitiano, detente a pensar ¿le das el mismo trato que le darías a un compatriota? ¿Crees que todos ellos son iguales, o que cada uno merece ser juzgado por su comportamiento individual? ¿Alguna vez has investigado si los prejuicios que tenemos para con los haitianos tienen algún asidero científico?
Una de las cosas que podemos aprender del caso Floyd es que, aunque parezcan inocentes, los prejuicios que albergamos pueden tener consecuencias fatales. Ciertamente, la actitud del exoficial de la policía Derek Chauvin fue macabra y antisocial. No obstante, sería un error juzgarlo sin mirar la viga en nuestro propio ojo. Pienso que, si confrontamos nuestros prejuicios con datos reales, nos daremos cuenta de lo errático que es una gran parte de nuestro comportamiento. Así, quizás podríamos extender más la mano en vez de afincar la rodilla.
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