Con el empeño en profesionalizar cada vez más el oficio de la comunicación y del periodismo ha llegado también una reflexión importante acerca de los dilemas éticos en esta profesión.
A continuación les cuento un dilema de un periodista panameño, pero que bien puede ocurrir en cualquier lugar del planeta.
En la ciudad de Panamá todos lo conocen, reportero con 25 años de ejercicio. En la pantalla lo vemos en las noches cubriendo de todo, desde peleas en los bares hasta política y educación. Durante el día escribe notas de prensa para el Ministerio de Educación, y en la noche está en la posición de hacer una nota periodística sobre la misma noticia.
Este periodista es bueno en todos sus trabajos. Nadie niega el conflicto de intereses, pero es algo con lo que él y sus empleadores están dispuestos a convivir. No está complacido con algunos compromisos que ha tenido que asumir, pero él justifica la situación como un hecho de vida. Gana sólo US$600 dólares al mes como reportero, y eso no es suficiente para su subsistencia.
Quienes han asistido a los talleres que por décadas ha impartido la Fundación Nuevo Periodismo saben lo importante que es el debate sobre esta clase de dilemas éticos, porque en más de un caso los hemos visto justificados, aunque a la luz de la ética no hay cómo conciliarlos.
Ángel Cuenca Molina explica claramente por qué es necesario el ejercicio ético de un comunicador o periodista: “El profesional de la comunicación habrá de realizar su tarea informativa teniendo en cuenta cuatro valores fundamentales de la ética de la comunicación: la veracidad, la imparcialidad, la completud y la justicia”.
En estos cuatro principios se ilumina un análisis honesto sobre a quiénes deben responder los profesionales del periodismo. Pero es también de interés entender que los dilemas éticos no se dan solo entre dos posturas encontradas, sino que en muchos de los casos se presentan alternativas, aparentemente buenas. En estas situaciones se sugiere reflexionar sobre cuál es el beneficio mayor en función de la ciudadanía. Es como el momento en el que un periodista llega luego de una explosión de un tanque de gas en un lugar remoto, y se pregunta si debe ayudar a socorrer heridos o si debe ocuparse de informar a los medios nacionales para que llegue la ayuda más rápidamente.
Los comunicadores que quieren seguir siendo referentes para la ciudadanía tienen que continuar apostando por una comunicación que sirva a la gente, porque esa misión del periodista no cambia, aunque la frontera entre los dilemas éticos y la corrupción parezcan desvanecerse.
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