Desde hace algunos años en nuestro país ha existido el debate sobre la penalización o no del aborto, ha sido condicionado e incluso el presidente de la República se ha referido al respecto pensando en la aprobación de la interrupción de un embarazo siempre y cuando existan ciertas condiciones ya planteadas.
El artículo 110 de nuestro Código Procesal Penal sanciona inclusive con reclusión mayor a quien se preste a tal práctica. Somos de los pocos países donde el aborto electivo o médico está prohibido y varios sectores se han pronunciado sobre el tema dividiendo las opiniones independientemente de su aplicación.
Pero, en caso de producirse un aborto de manera espontánea o electiva, a parte de lo penal ¿cuáles serían las posibles consecuencias médicas en la madre?
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El aborto es la interrupción espontánea o provocada de un embarazo antes de que este alcance la viabilidad, entiéndase cuando el embarazo no ha alcanzado las 20 semanas, tiene un peso menor de 500 gramos y una medida céfalo caudal menor a 25 centímetros. De manera espontánea según la literatura cerca del 15 – 20 % de todos los embarazos terminarían perdiéndose independientemente de la causa la cual muchas veces no logra conocerse.
Pero en países donde es legal la realización de aborto este se provoca usando medicamentos cuya finalidad está dirigida a dilatar el cervix (cuello uterino) y expulsar el embrión o feto. Otras veces es necesario realizar un legrado que dicho sea de paso es el tratamiento indicado en la resolución del aborto, pues cuando se produce un aborto incompleto la hemorragia uterina no cesa hasta que el Útero es evacuado en su totalidad.
Una paciente que haya presentado tres o más abortos de manera espontánea se le denomina abortadora habitual y califica para un tratamiento de infertilidad inclinados a identificar y corregir la posible causa de sus pérdidas recurrentes.
Dentro de las consecuencias está el impacto en el futuro deseo genésico de la paciente, pues después de un aborto se mantiene la posibilidad de un 20 % de tener otro aborto, esa incidencia aumenta con un segundo aborto a un 30 % y luego de tres abortos a un 50 %. Esto impacta de manera negativa el deseo de procrear haciendo necesario un tratamiento especializado con tal de buscar una causa tanto en la mujer como en su pareja.
La mortalidad materna, a causa del aborto en países donde no es penalizado es más baja cuando se trata de abortos electivos, pues estos son realizados en en condiciones de higiene y con las medidas de prevención a la infección. En abortos realizados de manera clandestina, existe la posibilidad de desarrollarse el llamado “síndrome icteroazoemico de mondor” entidad caracterizada por ictericia (coloración amarillenta), hipoalbuminemia e hiperalbuminuria fruto de la irrupción al torrente sanguíneo de una toxina producida por un microorganismo llamado clostridium perfingens la cual causa una infección generalizada cuya tasa de mortalidad alcanza el 94%.
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La posibilidad de perforación uterina también hay que mencionarla sobretodo en casos de legrados instrumentales donde se usa una legra de metal que pudiera perforar la matriz y muchas veces ameritar una exploración quirúrgica para corregir el defecto. Existe un tipo de legrado denominado Aspiración Manual Endouterina (AMEU) instrumento compuesto por cánulas de plástico que reducen al mínimo la capacidad de perforación.
Existe el riesgo de lesiones vesicales y de recto, esto debido a la cercanía que por su relación anatómica guardan con el órgano principal de los geniales femeninos internos.
Todas estas patologías pertenecen a complicaciones anatómicas, pero hay un importante factor que va más allá de lo palpable pero que es posible sentir, experimentar y sufrir; el factor psicológico. Cuando una madre pierde un embarazo se enfrenta a sueños que no se cumplieron, a deseos que se quedaron como deseos y eso aumenta la incertidumbre de si en el próximo intento sería posible llevar un embarazo a término. La mayoría de las complicaciones son producidas durante el tratamiento del aborto, las cuales pudieran llevar desde un imperceptible trauma psicológico hasta el nefasto desenlace de la vida de una madre cuyo único propósito era cumplir con su auténtica virtud de procrear.