Lucero es el caballo de un cuento selecto de Juan Bosch que lleva ese nombre y nos revela en forma sencilla hasta donde ha estado enraizada la cultura patriarcal-machista en nuestra sociedad.
“José Veras –nos relata el Profesor- estaba sentado en la puerta del bohío. Acababa de secar la saliva con el roce de su ancho pié”.
-Vea –dijo-yo tengo nada más que cuatro cosas, manque sea pobrecito: Lucero, mi revolver, mi gallo y mi mujer. Echó el cuerpo sobre las piernas, se frotó las manos y prosiguió:
-Y si me fueran a quitar lo mío, nada más quisiera que me dejaran a Lucero.
Filo Soto recostó la silla en el marco de la puerta, tiró el brazo hacia tras del asiento y murmuró:
-Hasta yo, si fuera mío…
(Cuentos Selectos, Lucero, pags. 17 y 18.- Colección Bosch para todos)
Este breve diálogo campesino, en el que el precio del caballo es mayor que el de la mujer, saca a la superficie el corazón de la causa de los feminicidios y demás modalidades de violencia, opresión y exclusión ejercidas sin tregua contra la mujer a lo largo de nuestra historia y en el presente dominicano.
Devela la médula de una familia y una sociedad en la que el adulto macho predomina abrazado a la explotación y sobreexplotación capitalista.
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Traducción al presente político-electoral
Entonces, en este periodo de votaciones, y sobre todo de simulaciones, es válido preguntarse:
-¿En cuáles de los componentes de las candidaturas presidenciales y vicepresidenciales competitivas podría detectarse un “chincito” de cuestionamiento e impugnación a esa nefasta vertiente de la cultura dominante?
Observemos los tres candidatos a la Presidencia y las tres candidatas a la vicepresidencia de los tres principales partidos electoralistas:
¿En Gonzalo Castillo del Partido de la Liberación Dominicana-PLD?
¿Leonel Fernández de Fuerza del Pueblo-FP?
¿Luis Abinader del Partido Revolucionario Moderno-PRM.?
¿Margarita Cedeño-PLD?
¿Sergia Elena Seliman-FP?
¿Raquel Peña-PRM?
Esas fórmulas se parecen más bien a nuevos intentos de asaltos del Poder Ejecutivo a cargo del gran capital privado, el conservadurismo católico, la partidocracia y sectores empresariales neoconservadores. Y no escapan a esas definiciones sus componentes femeninos, en nada feministas y en nada populares.
-Una Margarita de un PLD súper-machista y elitista, actual vice-presidenta y actual candidata.
-Una Sergia Elena-FP consustanciada al ultra-conservadurismo balaguerista y compañera de boleta del expresidente Fernández.
-Y una Raquel Peña-PRM extraída de la oligarquía patriarcal capitalista santiaguera para colocarla en la fórmula
Las tres acompañadas o ligadas, ya al capital privado tradicional, ya a la partidocracia enriquecida al vapor, o a ambas penas a la vez.
Las tres bajo tutela de la institución más machista de la historia universal: la Iglesia jerárquica católica, siempre además al servicio de los ricos.
Dos de ellas muy conocidas y nunca situadas de frente al poder capitalista masculinizado.
Y la otra, recién descubierta en la política, colocada de repente y en paracaídas en la fórmula presidencial puntera (Abinader-PRM), en sus primeras presentaciones, ha destilado un banal aire empresarial-católico-conservador.
En esas candidaturas al Poder Ejecutivo, pese a ser mixtas, es imposible encontrar ideas y acciones inspiradas en el pensamiento del autor de Lucero.
Incluso resalta la ausencia de liberalismo histórico y de propuestas laicistas- hostosianas o feministas.
El neoliberalismo, de esencia neoconservadora, y el fundamentalismo religioso (real o simulado) se las tragaron, llevándose de paso para colmo el aborto terapéutico.
Prima el santanismo, el trujillismo, el balaguerismo (propios de gobiernos reaccionarios precedentes), el Opus Dei y el Dios Mercado.
Mientras, es patente que la simulación es sistémica en la política dominante: la mujer adorna el machismo, el negro y el mulato se usan para disfrazar la supremacía blanca, el joven y la joven para enmascarar el poder de los adultos machos, y al obrero y a la trabajadora se les exaltan para promover la conciliación de clase y la paz social bajo el yugo opresor y violento del capital.
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