¿Víctima de un secuestro? ¿Qué puedes hacer durante el cautiverio?

viernes 30 septiembre , 2022

Creado por:

Ángel Bello

El secuestro es una de las situaciones más aterradoras que podamos vivir. El miedo y la incertidumbre característicos de esta experiencia primaria representa tan solo algunas de las emociones y las sensaciones de mayor y más adverso impacto en las necesidades de seguridad y protección inherentes a los seres humanos, sin cuya satisfacción la existencia misma, de manera irremisible, se ve amenazada.

Vivir bajo el más absoluto control de otras personas (las cuales nos podrían parecer no solo aversivas, sino también repulsivas), sometidos con frecuencia a humillaciones y vejámenes, sin que podamos hacer nada para evitarlo, so pena de perder la vida, nos sumerge en todo un cuadro de indefensión y sentimientos de degradación, autocompasión y agonía, haciéndonos mucho más vulnerables al propiciar un dominio total sobre nosotros, tanto física como psicológicamente, por parte del perpetrador.

El shock que esos eventos traumáticos traen como consecuencia resulta por lo regular en una verdadera desmoralización de la víctima, resultado, entre otros factores, de la inactividad y la impotencia.

Sin embargo, el cautivo, a los fines de torpedear el logro de los objetivos por parte de los secuestradores, deberá hacer su mayor esfuerzo para  mantenerse consciente, recuperar la calma y la autoestima, resistirse a claudicar y evitar sucumbir. Se recomienda permanecer vigilante ante la posibilidad de poder escapar en algún momento, aunque tampoco se trata de correr riesgos extremos o asumir una actitud temeraria, lo cual podría tener un impacto totalmente adverso y contraproducente.

Al momento de facilitar un número telefónico al cual llamar, deberá tener presente a aquel familiar o amigo que mejor pueda reaccionar al enterarse, ya que esto, normalmente, tiene una enorme influencia en el proceso de negociación posterior.

Tanto durante el trayecto al lugar donde los perpetradores hayan decidido retener a la víctima como mientras dure el cautiverio, el rehén deberá permanecer sumamente vigilante para que pueda observar todos los detalles posibles: rostros, vestimentas, colores, calles, avenidas, vehículos, semáforos, letreros, montañas y todo cuanto sea posible almacenar en su memoria.

Sin embargo, comúnmente, una de las primeras medidas preventivas que toman los secuestradores consiste justamente en colocar vendas a su víctima durante el traslado al lugar donde ha de vivir su cautiverio. En este caso, y aún en el escenario opuesto, los demás canales sensoriales se deberán mantener activos al máximo, captando sonidos, olores, sabores, temperaturas y cualquier estímulo cuyos recuerdos puedan constituir piezas claves en el proceso de investigación que tendrá curso después de la liberación.

Respecto a las interacciones con los perpetradores, es recomendable que la víctima mantenga una actitud de colaboración, al menos hasta donde el nivel de riesgo para la propia vida y la de sus seres queridos se lo permitan. En ese tenor, es aconsejable obedecer las órdenes que le sean dadas. Aunque, en estos casos, la decisión de cooperar o resistirse estará en función del nivel al que su dignidad y su pudor pudieren estar comprometidos.

La relación “cordial” entre secuestradores y víctima mientras se desarrolla la negociación, con mucha frecuencia, marca la diferencia entre salvaguardar la integridad física y psicológica, preservar la vida, y, por lo contrario, dar por terminado el tortuoso episodio con un desenlace fatal.

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Ángel Bello

Psicólogo y consultor en Capacitación. Maestría en Gerencia y Productividad. Profesor de la Universidad Católica Santo Domingo.

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