Por Inés Amarelo
Unos diminutos robots que aterrizarán en la luna a mediados de año para estudiar su superficie gracias a un enorme esfuerzo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) dan cuenta del ambicioso plan de México para impulsar su propia agenda aeroespacial.
Como si de insectos se tratase, cinco pequeños robots llegarán en junio de 2022 a la Luna tras recorrer 384.400 kilómetros como parte de la Misión Colmena -la primera que realiza México en este satélite de la Tierra- para estudiar su superficie gracias a este esfuerzo de la UNAM junto con 200 jóvenes que participan en el proyecto.
La idea surgió hace cinco años tras analizar "el proceso de transformación que está ocurriendo en el sector espacial", dijo este martes a Efe el doctor Gustavo Medina, responsable de la investigación y titular del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM.
El investigador detalló que en las últimas décadas el acceso al espacio ha cambiado pues hace algunos años muy pocos países podían llegar a él, pero ahora casi todas las naciones han empezado a crear sus agencias, y se ha abierto así una puerta "que ahora hay que cruzar".
México es uno de estos países y por ello en 2021 empujó la constitución de la Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio (ALCE), que suscrita por 18 países, busca ahora insertar a la región en el desarrollo espacial.
Y aunque no forme parte de ALCE, la Misión Colmena es la apuesta de la UNAM por mirar hacia el futuro desde la innovación y resaltar las posibilidades de esta universidad, una de las más reconocidas en todo el mundo.
CINCO LIGEROS ROBOTS
Los protagonistas de la misión son cinco robots de 60 gramos cada uno que, con su forma circular plana y dos ruedas con paletas y placas solares flexibles en ambas caras, buscarán primero sobrevivir en la compleja superficie del satélite y después inspeccionar el terreno para conocer más sobre la todavía muy desconocida Luna.
"Cada oportunidad trae su problema, y acá son problemas complejos que no aceptan soluciones simples", sentenció el investigador, quien también destacó que este proyecto apunta al desarrollo de la minería espacial.
Medina explicó que los microrrobots, que actuarán de forma autónoma y se moverán con paneles solares, llevarán a cabo la compleja misión de investigar la superficie lunar, recubierta de una capa de material llamado regolito.
El regolito, a diferencia de las arenas que se pueden encontrar en la Tierra, no se erosiona creando material esferoidal ni tampoco se disuelve porque no hay agua en la que pueda hacerlo.
Por el contrario, tiene aristas y puntas, y algunas de las partículas de este material pueden llegar a ser extremadamente finas y pequeñas.
Ante esto, tal vez la opción más esperada sería enviar un robot de grandes dimensiones, "confortable", con morfología similar a la humana y con materiales muy resistentes.
Pero esto implicaría grandes cantidades de dinero para una larga vida útil, cuando no es lo que se necesita para una misión corta como la planteada, consideró el investigador.
Con base en esto, nació la Misión Colmena, con el objetivo de poder llevar, con el tiempo y de ser necesario, cientos, miles o millones de estos pequeños robots a la Luna para que la reconozcan y la investiguen.
Aunque hay posibilidades de que los robots fallen o no cumplan con todas las expectativas, todo lo trabajado como parte de la misión hasta el momento ya implica avances y, además, gracias a el abaratamiento de costes se podrían hacer más intentos, aseveró.
CINCO AÑOS Y CIENTOS DE PRUEBAS
Han pasado años de trabajo para poder llegar al punto actual, en el que quedan apenas unos meses para que el cohete que portará los robots despegue desde Florida (EE.UU.) rumbo a la Luna.
"Ha sido un camino largo para llegar acá. Se han hecho más de diez modelos conceptualmente diferentes, y una vez llegó este se hicieron muchos más hasta llegar al definitivo. Ha sido un largo recorrido con mucho estrés y mucho desgaste", detalló el investigador, quien explicó que además, tuvieron que crear la catapulta que contenga y suelte los robots, que se colocarán en su interior como si de una caja de galletas se tratase.
La catapulta se encuentra actualmente siendo atornillada al cohete donde viajará y esta semana varios de los participantes en el proyecto acudirán a Pittsburgh (Estados Unidos) para la parte final de la integración y para armar la catapulta y "tensarla", contó Medina.
Después, continuarán las pruebas, pero el equipo de la UNAM ya no tendrá que participar, si no que estarán expectantes y atentos a los test que se realizarán al cohete que se encargará de llevar la nave y sus microrrobots a la Luna, y ya no volverán.
Durante todo este largo, laborioso y por momentos tedioso camino, alrededor de 200 alumnos de la UNAM han aportado su granito de arena al proyecto.
Algunos forman el núcleo del proyecto y otros pudieron participar para aportar sus conocimientos, demostrando con esto la importancia de contar con talento joven en los proyectos.
Con esto, dijo Medina, se contribuye a la democratización del espacio y a la demostración de las altas capacidades de México en general y de la UNAM en concreto en el campo aeroespacial.