La empresa de alquiler de vehículos con conductor Uber anunció este martes que empezó una prueba piloto en tres aeropuertos de California (EE.UU.) para que los conductores puedan fijar los precios que cobran a sus clientes, rompiendo de forma radical con las prácticas habituales de la compañía.
La decisión de Uber se enmarca en los esfuerzos de la firma que dirige Dara Khosrowshahi, para sortear una nueva ley estatal que entró en vigor a principios de año y que obliga a las empresas de la llamada economía colaborativa, como Uber, Lyft y DoorDash, considerar a quienes desempeñan labores para ellas empleados y no contratistas.
Al permitir a los conductores fijar sus propias tarifas, Uber pretende demostrar que su única función es la de plataforma que conecta a proveedores de servicios de transporte con clientes y que, por tanto, no puede considerarse que los conductores sean sus empleados.
Con la prueba piloto, que empezó este mismo martes, los conductores que recojan a pasajeros en los aeropuertos californianos de Santa Bárbara, Palm Springs o Sacramento (todos ellos relativamente pequeños) podrán pedir tarifas hasta cinco veces superiores a las sugeridas por la compañía.
Esto supone un cambio radical en la manera en que Uber ha operado desde sus inicios, un modelo que tenía como una de sus principales características que los precios venían determinados únicamente por el mercado, y que en consecuencia subían o bajaban en función de la oferta y la demanda de cada lugar y el momento.
Con este movimiento, la idea que busca consolidar la empresa es que los precios que marca son solo sugerencias y que la tarifa final depende del auténtico proveedor del servicio (el conductor) para hacer énfasis en que este es independiente, tiene su propio negocio y por tanto no puede ser tratado como un empleado.
Además, a partir de la próxima semana, los conductores no solo podrán cobrar más de lo sugerido, sino que también podrán cobrar menos de lo que la aplicación propone en los momentos de mayor actividad, cuando es habitual que las tarifas suban mucho.
A principios de enero, la firma de San Francisco (California) empezó a implementar cambios para evitar los efectos de la nueva ley: el más destacado de ellos es que los precios que se muestran a los pasajeros al contratar un trayecto ya no son una cifra cerrada, sino una estimación dentro de una horquilla.
Así, por ejemplo, para ir desde San Francisco hasta la vecina población de Oakland este martes por la mañana, según pudo comprobar Efe, el precio de un trayecto de Uber oscila entre los 39 y los 47 dólares, mientras que hace unas semanas se hubiese tratado de un número preciso.
Aparte de abandonar los precios cerrados, Uber también permite con su nueva política que los conductores rechacen recoger a ciertos viajeros sin ser penalizados por ello, aunque esto implique un potencial aumento de los tiempos de espera por parte de los usuarios.
Otra de las novedades es que los pasajeros pueden incluir a conductores en una lista de favoritos, de manera que estos tendrán prioridad para volver a ofrecer sus servicios en trayectos futuros.
Las nuevas reglas de Uber afectan solo a los usuarios y conductores en California y, por el momento, se desconoce si su gran competidor, Lyft, ha adoptado medidas similares.