Laura Agustín
En las últimas décadas no solo el mercado laboral ha venido transformándose, sino que las prácticas de la gestión humana han evolucionado junto con los tiempos. De este modo, han surgido novedosas alternativas acerca de cómo administrar el talento y de cómo incrementar el desarrollo y la competitividad de los colaboradores.
Dentro de estas transformaciones, todavía existe la siguiente duda que ronda tanto en las mentes de los gestores de Personal, como en la de los candidatos que aplican para un puesto: ¿qué es, realmente, lo más importante: el título profesional o la experiencia laboral? Ante esta pregunta es posible que nuestros lectores ya empiecen a argumentar sus respuestas y a validar su inclinación en un sentido o en otro.
Innegablemente, el mercado laboral dominicano aún le da una gran importancia al título universitario —podemos verlo en las publicaciones de vacantes, donde este es el requisito por excelencia; incluso para aquellos trabajos que requieren de un nivel más técnico—. En tal sentido, y sin mayor ánimo que el de ejemplificar, reflexionemos: ¿qué tan necesario será que una secretaria ostente el título de Administración de Empresas, si en su caso la experiencia cobra un mayor valor?
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Con seguridad, ahora habrá quienes opinen que la experiencia es lo más importante, ¿pero se pondrían en manos de un “galeno” que no tenga un título que avale su práctica médica? ¿Dejarían que, por experiencia, un médico que no esté acreditado les opere a corazón abierto? Habría que pensárselo, ¿cierto?
Definitivamente, ante una vacante, el mejor de los escenarios es que un candidato cuente tanto con la experiencia como con la calificación profesional necesaria para el puesto. Esta información deberá estar contenida en la descripción de las vacantes de la empresa, pues definitivamente es la piedra angular de todos los procesos de la Gestión Humana. En el descriptivo de cargos se definirán cuáles puestos ameritan experiencia, cuáles requieren título profesional y cuáles precisan ambas opciones, en función del levantamiento de las necesidades reales y justamente dimensionadas de un puesto.
Entonces, queda claro que no todos los colaboradores necesitan un título universitario, ya que realmente muchas veces esto se solicita por la realidad del mercado —en el nuestro prevalece más la oferta que la demanda—, y colocamos requisitos que exceden el correcto dimensionamiento de un cargo, generando así problemas en la motivación e integración de los candidatos que ingresan con sobrecalificación.
Así que, frente al combate de nunca acabar entre el título profesional versus la experiencia laboral, y para que las empresas no queden noqueadas en el intento, estas deben dimensionar las habilidades de un cargo, las competencias y las actitudes necesarias; mientras que, a los candidatos les conviene más aplicar solo en aquellas vacantes que concuerden con su perfil.
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