¿Está la definición de película intrínsecamente conectada al medio donde sea consumido o podemos llamar película a cualquier obra cinematográfica sin importar donde esta sea visualizada?
La Real Academia de España define la palabra película como: “Cinta de celuloide que contiene una serie de imágenes fotográficas que se proyectan en la pantalla del cinematógrafo o en otra superficie adecuada”. Pero la realidad es que a través de los años esta definición se ha visto alterada por la llegada de tecnología que ha permitido distribuir estas obras más allá de la proyección teatral.
Actualmente existe un debate en la comunidad online y en el mundo de las películas, impulsados por varios comentarios por parte del director Steven Spielberg en referencia a si las películas de Netflix deberían considerarse para los premios Oscars o no, y a su vez de sí una obra visual hecha para otro formato que no sea el cine, es realmente una película.
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La cuestión es que existen una serie de requisitos impuestos por la academia para ser considerados para un premio, el principal siendo que la película debe ser mostrada en salas de cine comerciales al menos por la duración de una semana. El problema está en que Netflix usa exclusivamente su plataforma de distribución digital para todas sus producciones y cuando pretende ir por algún premio, hace un lanzamiento teatral limitado con el único propósito de cumplir el mínimo de requerimientos impuestos por la academia.
Eso ha desatado un debate, ya que algunos directores y ejecutivos de la academia sienten que se debe proteger la magia de ver una película en el cine y disfrutar de la experiencia que conlleva la gran pantalla.
Pero la pregunta es: ¿Será esto un llamado verdadero a la protección del cine como arte y experiencia? ¿O es miedo a la nueva industria del streaming y la incapacidad de querer aceptar y adaptarse a los nuevos cambios?
Durante años, en la industria de las películas han coexistido los estrenos teatrales en conjunto con las diversas formas de distribución; películas y series televisivas, DVDs, VHS, compras digitales, etc. Aunque el modelo que se utilizaba era primero lanzar una película en cines y varios meses más tarde pasaba a ser parte de todas las demás distribuciones, exceptuando las películas hechas explícitamente para distribución por TV o ventas directas, las cuales eran percibidas (y en realidad eran) de inferior calidad en términos de producción.
El problema en la actualidad es que productoras como Netflix y Amazon alcanzaron una cantidad de suscriptores en sus modelos de negocio que ya les permite igualar, por no decir sobrepasar, el dinero invertido en cada proyecto (que usualmente significa elevar los niveles de calidad en producción) sin la necesidad de recuperar la inversión en ventas de tickets.
Pero ¿qué significa esto? Esto significa que estas nuevas productoras pueden tomarse libertades que el modelo tradicional no permitiría; esto resulta en más películas, series y documentales de temas y estilos diversos de manos de realizadores nuevos a los que se le haría más difícil llevar a cabo su idea de no ser por estos nuevos modelos.
Una película como Roma no funcionaría bajo el modelo de Hollywood; un filme que retrata un México de los 1970s en blanco y negro, y explora temas como el abandono, la permanencia, y el rechazo con una dimensión artificiosa por el uso de la cámara y sus planos secuencias no es precisamente una película que vendería cientos de miles de taquillas.
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De hecho, el proyecto fue presentado ante todas las productoras y distribuidoras tradicionales, y al final Netflix fue quien terminó haciendo el trato.
Yo personalmente entiendo que sí, la experiencia y la magia de ver una película en la pantalla grande es inigualable; es como se deberían de consumir las obras visuales. Pero, no podemos negar que la conveniencia de ver una película en cualquier momento y lugar lentamente ha ido emparejando la balanza y añadiendo que, por temas de comercialización, al cine solo llegan películas que tengan probabilidades de ser éxitos taquilleros. Significa que la industria del cine se inclinará por temas y estilos ya probados, convirtiéndose en más comercio que arte.
Las películas independientes, cortometrajes, documentales y demás formatos no comerciales han encontrado un hogar en estos modelos de distribución digital. Yo opino que restringir la palabra película a obras que únicamente se proyecten sería encadenar la evolución natural de este arte que tanto disfrutamos.
Spielberg y los demás ejecutivos de la academia, en vez de quejarse de las únicas productoras que están abogando por lo que alguna vez ellos pretendieron hacer: cine, deberían de apoyar y/o cambiar su propio modelo comercial a uno que apoye diferentes géneros y tipos de películas.
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