Valdir Sousa, víctima de un accidente en laboral, desciende por una rampa |Foto: Fernando Bizerra | EFE
Suben por empinadas rampas a toda velocidad, bajan escaleras de espaldas y se lanzan al vacío sin pensárselo dos veces. Son jóvenes brasileños en silla de ruedas que han aprendido a través del monopatín a lidiar con sus propios miedos y vivir en un país hostil en materia de movilidad.
A Diego Antonio Soares la práctica de este deporte radical le devolvió las ganas de querer volver a salir a las intrincadas calles de Brasil, de las que solo el 4,7 % están adaptadas para personas con discapacidad física, según datos oficiales.
Hace casi cuatro años Diego sufrió un grave accidente de moto: "Para ser más exacto, el 25 de septiembre de 2016. Me desperté 46 días después en la Unidad de Cuidados Intensivos y cuatro meses después salí del hospital en silla de ruedas", recuerda a Efe.
Entró en una profunda depresión. Era "totalmente dependiente" de su madre, asegura, hasta que se topó con el Instituto "Faca na Cadeira".
"Fue una luz al final del túnel", afirma este joven de 28 años.
Inclusión social en pista de skate
Equipados con un casco, rodilleras, coderas y protectores para el cuello y la columna, los "atletas", como así reza en su uniforme con los colores de la bandera brasileña, realizan maniobras de riesgo sobre las pistas de skate del Centro de Deportes Radicales de Sao Paulo.
Los más experimentados, como Valdir Sousa, de 31 años, víctima de un accidente laboral, llegan a superar los 60 kilómetros por hora.
"Estoy libre, estoy volando", expresa. No tiene reparos en ponerse al filo del precipicio. Se toma unos segundos para concentrarse y se lanza de espaldas desde una altura de dos metros.
Se desequilibra, cae, da varias vueltas por el suelo, pero rápidamente se levanta y choca el puño con el compañero que tiene más cerca.
Acompañados siempre por instructores voluntarios, los alumnos aprenden a erguirse con su silla cuando se caen, bajar escaleras y superar desniveles, entre otras habilidades. Aprenden a vivir sin miedo.
"Fue amor a primera pista. No sabía empinar la silla y ellos me enseñaron con toda la paciencia del mundo", explica a Efe Fernanda Alves, de 23 años, la primera mujer que decidió sumarse a esta iniciativa.
Algunos también son capaces de realizar giros como si fueran bailarines de "break dance".
El Instituto "Faca na Cadeira" (Cuchillo en la Silla, en español) nació en 2018 de la mano de Leandro Badi Taouil, abogado de profesión, y José Ricardo Auricchio, doctor en Ciencias del Movimiento Humano, y cuenta con el apoyo de la Alcaldía de Sao Paulo.
"Nuestro objetivo aquí es la práctica del deporte como forma de auxilio a la rehabilitación e inclusión social", explica a Efe Leandro, quien usa silla de ruedas desde 2010.
Estaba de vacaciones en una terraza de un restaurante de Amsterdam, cuando un hombre se precipitó desde un tercer piso, le cayó encima y le fracturó la columna.
Años después descubrió la modalidad WCMX. Compró una silla de ruedas especial y se puso como objetivo popularizar la disciplina en Brasil, junto con José Ricardo.
"Uno ve claramente cómo ganan en autoestima, fuerza y la autonomía que van aprendiendo (…) Las personas tienen aún esa imagen de 'pobrecitos', pasan la mano por la cabeza, de pena, y el deporte rompe ese paradigma, las personas realmente se transforman", indica.
En el caso de Diego, perdió casi 20 kilos en seis meses y se independizó. Actualmente está en busca de un trabajo.
En dos años, el instituto ha conseguido reunir 30 alumnos, 20 instructores y también ofrece fútbol para personas con otro tipo de discapacidades motoras.
Una logística compleja y cara
Poner en marcha el proyecto fue todo un desafío, pues las sillas de ruedas para este deporte radical tienen un diseño especial y son fabricadas individualmente, por encargo.
El precio de las más básicas es a partir de 10.000 reales (unos 2.200 dólares). Además llevan una serie de piezas adicionales, como hierros extra para poder deslizarse por los pasamanos, amortiguadores y ruedas reforzadas que rondan de media los 3.500 reales (750 dólares) cada una.
"Y esas piezas se acaban rompiendo (por los golpes) y tenemos que reponerlas, esa es una de las mayores dificultades que tenemos", expone Leandro.
Las calles de Sao Paulo, una carrera de obstáculos
Vivir en Sao Paulo, la mayor ciudad de Brasil con 12 millones de habitantes, es muy complicado para las personas que se trasladan en sillas de ruedas.
Según el estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, apenas el 9 % de las aceras de la metrópoli tiene rampas.
"Es imposible circular en la mayoría de las aceras para las personas en silla de ruedas, cuando no es un desnivel, es un agujero", denuncia Diego.
La Alcaldía de Sao Paulo comenzó el año pasado las obras para adecuar 1,5 millones de metros cuadrados de aceras.
El Instituto Faca na Cadeira continuará, por su parte, enseñando a superar muros para que las personas con discapacidad física ocupen los espacios públicos y den carpetazo a los prejuicios.