Lo he dicho muchas veces: este tiene que ser el país que más leyes tiene del mundo, pero al mismo tiempo el que menos las hace cumplir, el país donde leyes, resoluciones, decretos, protocolos, se pasan por alto impunemente gracias a la falta de consecuencias.
Si usted se come la luz roja de los semáforos, no pasa nada, si usted conduce de manera desenfrenada, como un loco, no pasa nada, si usted es un político que se roba el dinero del pueblo, no le pasará nada, si usted invade terrenos privados o del Estado, no le pasará nada. En este país “to e to y na e na”. Nadie paga consecuencias por sus malas acciones.
Ignorar las luces de los semáforos, los carriles en las calles y carreteras, los sentidos en que deben transitar los vehículos, etc., es algo cotidiano, como una cultura. Este tiene que ser el único país del mundo donde debajo de un semáforo inteligente, que no discrimina, colocan un agente policial sin ningún sentido del tiempo que apenas sabe escribir su nombre.
Las principales ciudades son selvas de concreto donde sobreviven los más fuertes, los más aguerridos, los más vivos, los que se atreven a llegar más lejos irrespetando las leyes y sus disposiciones, simplemente porque no hay consecuencia. Los conductores se estacionan donde les da la gana; las señales de tránsito no las respetan. No hay autoridad. Los conductores se burlan de los agentes de tránsito, los insultan y hasta los agreden. Eso no solo lo vemos en el tránsito, también en la política, que todo lo determina. No es casual que la evasión fiscal sea de un 40%, que el contrabando no se detenga y que la corrupción esté legitimada.
Dicen algunos “expertos” que es por “falta de educación”. Pero esos que no tienen educación en nuestras calles, barrios y ciudades, desde que pisan un aeropuerto en Estados Unidos o Europa, se educan. Las consecuencias en los países desarrollados son muy duras, con multas muy altas y cárceles muy severas.
En el Congreso constantemente se aprueban y se actualizan leyes, en muchos casos copias de otros países que ni siquiera leen, que no las analizan para ver la posibilidad de su aplicación tomando en cuenta la idiosincrasia del pueblo dominicano. Pero no importa, porque al final no sirven, porque nadie vela por su aplicación o cumplimiento estableciendo las penas que la propia legislación establece.
Los políticos y los partidos, lejos de ser la solución, forman parte del problema. Por ejemplo, se determinó que el transfuguismo es un problema que distorsiona y le hace daño al sistema democrático. Se aprueba una ley que prohíbe o impide el transfuguismo. El primer tránsfuga fue Leonel Fernández, abogado de profesión, tres veces presidente de la República. Perdió la convención en su partido. Se supone que no podía postularse, pero lo hizo. Para burlar la ley creó otro partido y se presentó como candidato presidencial. La Junta Central Electoral lo permitió creando un precedente funesto para el sistema de partidos. Fernández no podía aspiran a ninguna posición de elección popular después de haber sido derrotado en el PLD. Alegó que le hicieron fraude. Pero ese es un elemento fuera de la legislación que en cualquier caso debió corregir la propia JCE.
En este país las leyes se aplican “a según”. Depende a quienes favorezcan o perjudiquen.
La campaña electoral debe comenzar y terminar como lo establece la ley, pero las autoridades se hacen de la vista gorda dependiendo de quienes la violan. Los dirigentes políticos, que están por encima del bien y del mal, son expertos ignorando disposiciones legales.
Las campañas electorales no se detienen nunca en la República Dominicana porque no hay autoridad que las detengan aplicando la ley rigurosamente, sancionando a quien haya que sancionar sin importar como se llamen, ni la posición social, económica y política que ocupen. No hay tregua. No hay descanso. Todos, gobierno y oposición, están en una frenética campaña proselitista sin importarle el costo económico que es muy alto. Leonel Fernández siempre está en campaña; desde que abandonó la presidencia. Está obsesionado con la presidencia. Creo que sueña todas las noches con volver a la presidencia del país. No ha cesado un solo día.
Los aspirantes del PLD, que son muchos, están tirados a la calle promoviéndose. Ante esa situación, para no quedarse rezagado, el PRM y Luis Abinader, se han lanzado al ruedo. Y la JCE se mantiene en Belén con los pastores. No se entera, no ve nada, parece estar ciega, sorda y muda.
No hay consecuencia. No hay consecuencia. No hay consecuencia. Y mientras no haya un régimen de consecuencias para los violadores de las leyes, este país seguirá siendo un maldito desorden, seguirá primando la anarquía. Y un país donde prime el desorden y la anarquía, no avanzará. El desarrollo social, requiere de instituciones respetables, de organización y disciplina, para lo cual es absolutamente necesario un régimen de consecuencias. No se puede adecentar, transformar y modernizar el Estado sin un régimen de consecuencias. ¡No se puede! Entiéndanlo de una vez y por todas, ¡no se puede!
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