Si en los centros educativos de la República Dominicana se enseñara más y mejor, la mayor parte de los niños y los jóvenes entendieran qué es la Constitución y la importancia que reviste para la nación y para su propia calidad de vida.
Si se hiciera una obligación estudiar la Carta Magna como requisito fundamental para todos los niveles, incluyendo el universitario, tendríamos dominicanos conscientes de qué significa un sistema democrático y por qué se supone que ese es el régimen en que vivimos.
Comprendieran la frase aquella de que "el pueblo es el soberano", y esto, más allá de los discursos y las campañas electorales cada cuatro años.
Es necesario promover en la población el conocimiento de la Constitución, bajo el entendido de que ese es el verdadero empoderamiento de los ciudadanos, su más efectivo instrumento para liberarse de la ignominia y la esclavitud del subdesarrollo.
El conocimiento de la Carta Magna hará comprender a niños, jóvenes y adultos, que nuestros gobernantes y funcionarios públicos no son más que representantes del pueblo en los cuales hemos delegado la administración de unos bienes que son nuestros.
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Se descontinuaría la práctica de brindar un tratamiento de emperador a esos mismos gobernantes en cada acto oficial, donde parecería que muchas veces se gasta más en la logística para resaltar la figura del mandatario que en la obra propiamente dicha.
No se alcanzarían a a ver a tantas personas indigentes haciendo humillantes esfuerzos para lograr hacer llegar al presidente de turno un "papelito" víctima del agotamiento y maltratado por el llanto acumulado producto de la desesperanza y el húmedo sudor símbolo del denodado esfuerzo que mendiga unos derechos fundamentales que la misma Constitución le garantiza.
Se les exigiera más explicaciones a los funcionarios en el sentido de lo que finalmente hacen con cada centavo de los impuestos que aportamos al fisco.
Si la gente leyera aunque sea "un chin más", reflexionara antes de dar su voto a un candidato a diputado o senador que sea incapaz de elaborar, analizar, someter y defender un proyecto de ley que beneficie a su pueblo o que no esté dispuesto a fiscalizar al Poder Ejecutivo, entre otras funciones, pero ninguna relacionada con construcciones, arreglos de calles y asistencia social.
Esto así, porque lo único que decenas de ellos saben ofrecer en la actualidad es un populismo que se sustenta en las miradas perdidas por el hambre y la insalubridad de unos electores cuya mayor carencia es la ignorancia que les impide avanzar con mayor celeridad hacia más elevados estadios del desarrollo humano.
Si la gente leyera la Constitución, no hay dudas, el pueblo mandaría… de verdad… todo el tiempo.
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