Cuando se habla de corrupción es necesario hablar también de ética. El comportamiento corrupto va en contra del ejercicio ético que se espera de los oficiales públicos, es decir, de los empleados en las organizaciones gubernamentales.
Se ha argumentado que contratar oficiales con altos niveles de Motivación de Servicio Público (PSM, por sus siglas en inglés) va a fomentar una conducta ética en las organizaciones públicas. Este comportamiento ético es importante para la eficiencia, confianza y responsabilidad gubernamental transparente.
El profesor académico Wright, junto con otros colegas, argumentó que existe un vínculo -demostrado por académicos de la administración pública- entre la Motivación de Servicio Público y el comportamiento ético, por ejemplo, ambos valoran el deseo de actuar de maneras que promuevan el interés público.
Una característica, que tanto la Motivación de Servicio Público como el comportamiento ético comparten, es el impulso personal de los individuos a actuar con la intención de traerle beneficios a la sociedad.
Las oficinas y las posiciones públicas existen para que los oficiales y los empleados le sirvan a las personas y contribuyan a la sociedad, así que es importante que quienes trabajan en esas oficinas y en el sector público estén motivadas por un deseo honesto de ayudar a otros, dejando de lado los intereses personales y sirviendo a un interés general que funciona como compás moral, esto fue argumentado por el mismo profesor Wright.
Ha sido demostrado que un comportamiento ético no se trata solamente de trabajar para el interés público, sino también de que los oficiales públicos deben estar dispuestos a abandonar las actividades que sirven para su beneficio o interés personal, especialmente si las mismas van en contra de los valores morales que manda esa posición, con la cual varios académicos han estado de acuerdo, ya que es una característica esencial de la Motivación de Servicio Público.
El problema reside en que ha sido muy difícil encontrar evidencia de alta motivación al servicio público en los empleados de países con altos niveles de corrupción.
Se hace necesario entonces que se impongan las conductas que normalmente se esperarían nazcan de esta motivación, y es aquí en donde el liderazgo empieza a jugar un papel indispensable.
Si los empleados públicos no demuestran una inclinación hacia un comportamiento ético que nazca de ellos mismos, recae en el líder, el jefe o el administrador la responsabilidad de forzar el respeto al código moral que lleva su cargo, siendo esta la manera más efectiva de asegurar que las organizaciones públicas le sirvan al pueblo en vez de sus empleados servirse de ellas.
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