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Sagua la Grande florece en el corazón de Cuba

viernes 12 julio , 2019

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Sagua la Grande | Foto: Video Ministerio de Turismo de Cuba

En un año en que todas las miradas están puestas en La Habana por el 500 aniversario de su fundación es un poco difícil que otro tema domine los titulares en materia de turismo cubano. Sin embargo, los habitantes de Sagua la Grande no pueden estar más felices porque han visto el resurgir de su bicentenaria ciudad, como si de un ave fénix se tratara.

Después de La Habana, la villa fue considerada la segunda ciudad industrial de la isla, una de las razones por las que exhibe elegantes edificaciones e innumerables obras de especial interés para viajeros de todas latitudes.

Se destacan el Acueducto Municipal, la Tenencia de Gobierno, el Ayuntamiento y la antigua Capitanía, que datan del siglo XIX. El bien definido trazado urbanístico de sus calles, las anchas aceras y sus cientos de inmuebles patrimoniales hacen que el visitante se sienta a gusto.

Desde la época colonial Sagua, cuyo centro histórico urbano fue declarado Monumento Nacional en 2011, mostraba un gran esplendor gracias a que salió ilesa de las guerras de independencia.

Fundada por don Juan Caballero el 8 de diciembre de 1812, entre la Sierra de Jumagua y el mar, Sagua la Grande ha permutado el deteriorado rostro que lucía desde hace años por uno de esperanza y confianza en el futuro inmediato.

La ciudad en que nací, y en la que viví hasta mis 17 años, la atraviesa el río del mismo nombre, también llamado Undoso; de ahí que el pueblo recibiera el sobrenombre de Villa del Undoso, entre otros calificativos: la Perla del Mar del Norte, la Máxima, la Magna y la más amada. La separan de La Habana 239 km (314 si se viaja por la Autopista Nacional).

Como si el 8 de diciembre no fuera ya una fecha histórica para Sagua, ese mismo día, pero de 1902, nació en ella Wifredo Oscar de la Concepción Lam y Castilla, o simplemente Wifredo Lam, de los pintores cubanos el más universal, el que introdujo en la plástica criolla los elementos de origen africano y chino que conforman una buena parte de la identidad de la isla.

Para dicha de la ciudad, durante la 38 edición de la Feria Internacional de Turismo FITCuba –en mayo de 2018–, se presentó de manera oficial a Sagua la Grande como nuevo destino turístico de Villa Clara, por su valor arquitectónico y sus múltiples atractivos.


En el máximo evento del turismo cubano, el ministro de esa cartera, Manuel Marrero Cruz, reveló a la prensa que el turoperador alemán Thomas Cook “se convirtió en el primero en incorporar a Sagua la Grande en su catálogo para la venidera temporada invernal, en la modalidad de turismo de circuito.

Además, ya se trabaja en los estudios y proyectos para la construcción de otros establecimientos hoteleros, lo cual permitirá rescatar algunas de las joyas de la arquitectura sagüera”. El Casino Español, anunció el funcionario, se convertirá en un hotel 5 estrellas.

Arquitectura para alucinar

Una de las edificaciones más emblemáticas que ha recobrado su brillo es el Palacio Arenas, ubicado en la calle Padre Varela No. 27. Se le considera una de las siete obras más trascendentales de la arquitectura en Villa Clara y es uno de los pocos exponentes del art nouveau en la región central de Cuba.

La magnífica casona, en la que predomina el estilo ecléctico y cuya construcción se finalizó en 1918, perteneció a la familia Arenas-Armiñan. Su profusa y exótica decoración, sin elementos clásicos y con reminiscencias mudéjar, se une al empleo de motivos vegetales. Hoy es un hotel boutique de 11 habitaciones con todo el lujo que el viajero precisa.

La presencia de vitrales provoca hermosos contrastes con la luz. Recuerdo, como si fuera hoy, que de niña me encantaba detenerme frente a tan singular estructura, mirar hacia dentro e imaginar historias del mismo estilo de las que la gente tejía y nadie podía precisar dónde comenzaba la realidad y terminaba la fantasía.

Anclado desde otro siglo entre callecitas que parecen ocultas, el Palacio Arenas también deslumbró a Federico García Lorca. Cuentan que el poeta español quedó extasiado –en marzo de 1930– con su majestuosidad y hasta recibió un trato personalizado de sus propietarios, quienes le dieron un recorrido por las diferentes estancias.

Imposible no decir que soy una sagüera amante de Lorca; en mi adolescencia incursioné en el teatro con una de sus obras, La zapatera prodigiosa, inolvidable experiencia que tuvo lugar en la Casa de la Cultura de mi querido pueblo.

El artista andaluz llegó a Sagua la Grande invitado por la filial local de la Institución Hispano-Cubana de Cultura. En el Teatro Principal protagonizó la disertación “Imaginación, inspiración y evasión: Mecánica de la «moderna» poesía”, muy aplaudida por los intelectuales que acudieron.

Con gusto accedió a las invitaciones para dar un paseo en barco por las inmediaciones de Isabela de Sagua, localidad portuaria ubicada sobre el delta del río, célebre también por su gastronomía marinera y llamada en su momento la “Venecia del Caribe”; y conocer los mogotes de Jumagua. (Imagino la reacción del autor de Romancero gitano ante la belleza de las “Tetas de Juana”, sobrenombre que los filibusteros de entonces adjudicaron a los mogotes en honor a la heroína francesa Juana de Arco).

Lorca se hospedó en la habitación 320 del Gran Hotel Sagua, el más moderno y lujoso de la ciudad, localizado en la calle Carmen Ribalta. Y esta es otra de las reliquias arquitectónicas rescatadas por el plan de Turismo. Fundado en 1925 e inaugurado dos años después, el icónico edificio de cuatro plantas mantiene su estilo neoclásico y ecléctico con algunos rasgos de modernidad.

Su escalera caracol de mármol parece subir hasta el infinito desde otra época. En él también se alojaron otras grandes personalidades como el heredero al trono de la corona española, Alfonso de Borbón y Battenberg, esposo de la sagüera Edelmira Sampedro-Ocejo y Robato. Hoy lo opera el Grupo Cubanacán bajo el sello de lujo Encanto y posee 84 habitaciones.

Un río que corre en el tiempo

Dicen los antepasados que si un forastero osaba bañarse en el río Sagua, quedaba prendado: no se iba, y si se marchaba, terminaba regresando.

En estas aguas se celebraban populares actividades lúdicas como las cucañas (o palo ensebado), muy concurridas en otros tiempos.

El malecón de la ribera del río, con su encantador parque, permitía contemplar desde su altura las embarcaciones que pasaban y las competiciones de kayak. Conservo fotos familiares de la gran escalinata que baja hasta la orilla y en la que jugué de pequeña.

Atravesar el puente “El Triunfo” era una de mis experiencias favoritas, ya fuera a pie o en la bicicleta de mi padre. Inaugurado en 1905, la gran estructura de hierro calado continúa siendo un símbolo de Sagua la Grande, un testigo del paso de la historia. Recuperarlo ha sido una de las prioridades de las autoridades y un deseo intrínseco de los habitantes, quienes siempre se opusieron rotundamente a su demolición.

Puente El Triunfo de Sagua la Grande | Foto: Video Ministerio de Turismo de Cuba

Del otro lado del puente se encuentra la imponente iglesia de los Jesuitas. En frente se halla una antigua y diminuta estación de trenes, cuyos servicios utilizaba el pintor y ceramista Alfredo Sosabravo para viajar –en un pequeño tren llamado Cascar– hasta Viana, un pueblito en las afueras.

Los aborígenes llamaban Sagua al río, y al existir varias zonas con el mismo nombre y ser esta la mayor, para diferenciarla se le llamó la Grande; de ahí el topónimo. Su caudal desemboca en Isabela de Sagua, donde se encuentra la Marina Marlin, con capacidad para 12 embarcaciones.

Ese antiguo poblado de pescadores forma parte del proyecto que aspira a concretar la ruta de cuatro ejes Casco histórico de la urbe–Río Sagua–Isabela–Cayo Esquivel.

Este último, conformado por varios islotes, se convirtió en sitio de veraneo de la burguesía sagüera luego de la ruina de Cayo Cristo tras el paso del huracán de 1933.

Con la crisis económica vivida por Cuba en la década del 90 del pasado siglo –que provocó la clausura del puerto de Isabela–, las autoridades decidieron el cierre definitivo de Cayo Esquivel, localizado a 12 millas náuticas de la isla.

Su renacer es visto con buenos ojos dadas las excelentes condiciones de este punto para el turismo de sol y playa. Sus idílicos paisajes, la fina arena de color blanco crema y las claras aguas verdeazules hablan por sí solos de su enorme potencial.

Cuna de grandes

Cualquiera podría pensar que la notoriedad de la ciudad se forjó en torno al natalicio de figuras de gran trascendencia en disímiles ámbitos.

Sagua la Grande es cuna de poetas, pintores, escultores y científicos, quienes contribuyeron a la cultura nacional y pusieron el nombre de Cuba en un lugar cimero más allá de sus fronteras.

La obra de Wilfredo Lam nació en Sagua, como él mismo. Después de recorrer el mundo, aparecía de nuevo en aquellas calles con su lienzo de La jungla bajo el brazo.

Su trama de follajes tejidos entre sí evoca los tiempos de su niñez. Con su estilo cubista el pintor supo abarcar una impenetrable muestra de su natal pueblo. Atrás quedaban los pueriles instantes en que dibujaba con el hollín del carbón de la estación de trenes, situada al final de la calle Martí, una de las arterias principales de la ciudad.

En esos trenes se viajaba en una fecha conmemorativa para los nacidos aquí: el día del “Sagüero Ausente”, un evento en el que nos dábamos cita cada 10 de octubre para disfrutar de actividades históricas y recreativas.

Las rutas que conducían al recuerdo se entrelazaban con esquinas, fachadas y rincones, con el trote de los caballos que tiraban de los coches (pintoresca forma de transporte que aún sobrevive).

No olvido los recorridos con mi abuela Concepción cuando con visible cara de susto decía casi en un susurro: “¡Virgen de Santa Clara, aclara!”. Es que los corceles iban desbocados.

Carmen Ribalta, una calle querida por todos, lleva el nombre de una gran benefactora de los sagüeros, la hija de un rico hacendado del siglo XlX. Tierra de beisboleros, como Víctor Mesa, figura muy querida entre los fanáticos de este deporte. En Sagua tuvo su descendencia el abuelo materno del pintor Pablo Picasso, Francisco Picasso Guardeño, quien llegó al pueblo en la segunda mitad del siglo XIX y tuvo ocho hijos con una hermosa negra liberta, Cristina Serra (en 1998 salió a la luz la investigación que se conoció como los “Picasso negros”).

En la música sobresale el compositor y arreglista Rodrigo Prats Llorens; su inolvidable Rosa de Francia recorrió y perfumó muchos escenarios del país y del mundo en la voz de Bola de Nieve y Barbarito Diez. Antonio Machín, con su magistral interpretación de Angelitos negros, se abrió paso en España y Europa.

Entre los científicos, el más destacado fue el doctor Joaquín Albarrán, una eminencia de la urología, nominado al premio Nobel de Medicina en 1912, año de su fallecimiento.

Aún cuando faltan obras por concluir y otras tantas están en pleno desarrollo, la entrada al turismo ha sido un triunfo para Sagua la Grande.

El encanto envuelve estos parajes –por décadas olvidados– y demuestra que lo más simple de un entorno puede convertirse en el epicentro de ese remanso soñado para unas escapadas en grupo o en solitario.

“Si una ciudad impresiona, es esta”, afirmó durante FITCuba 2018 el ministro Marrero. Y cuánta razón llevan sus palabras.

Hemos coincidido muchos sagüeros en los espacios, aunque no en el tiempo. Cada huella es transitada por otras que vienen indetenibles. En la misma estación en que Sosabravo se subía en su tren para Viana yo tomaba un tren llamado cigüeña, más pequeño aún.

Mi tío Román lo impulsaba moviendo dos enormes brazos hacia delante y detrás. Así viajamos hasta los poblados cercanos. Yo me bajaba para tomar los frutos que los ciruelos exhibían. El pañuelo de mi tía siempre se iba volando y había que retroceder a buscarlo por los rieles quemantes por el sol.

Anita González

Redactora. Ha trabajado para varios medios dominicanos especializados en Turismo. Estudió magisterio en su natal Cuba. Ha participado en exposiciones colectivas de Artes Aplicadas en importantes galerías y eventos internacionales en La Habana. Correo: [email protected]

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