En 1976, Emma DeGraffenreid y otras mujeres afroamericanas demandaron al fabricante de vehículos General Motors por discriminación. Ellas argumentaron que la compañía segregaba a los empleados por raza y género. Para labores manuales en el piso de producción, la compañía solo contrataba a hombres y para los puestos administrativos consideraban solo a personas blancas. Así, los puestos de secretariado o de administración que podía realizar una mujer eran ocupados por mujeres blancas. Ni los trabajos de operario, ni los trabajos de administración eran apropiados para mujeres afroamericanas ya que no eran hombres ni blancas.
Sin embargo, el juez apoderado del caso desestimo la demanda bajo el alegato de que General Motors sí contrataba afroamericanos y también contrataba mujeres. La corte entendió que DeGraffenreid no podía combinar su género y raza para suponer discriminación. Inspirada por el caso, años después, la activista y estudiosa Kimberlé Crenshaw acuñó el término interseccionalidad para describir un enfoque de estudio en el cual se considera como diferentes formas de estratificación social (ej. género, edad, orientación sexual, etc.) pueden combinarse y afectar a las personas y grupos más desventajados (Crenshaw 2015).
El caso de DeGraffenreid demuestra cómo capas de prejuicios pueden combinarse y segregar a ciertos grupos. Por ejemplo, a grandes rasgos, la mayoría de las mujeres dominicanas comparten la experiencia de crecer en una cultura machista. De igual modo, las zonas rurales del país son las que tienden a presentar mayores atrasos en diferentes categorías (salud, empleo, educación, etc.). Así, aunque la mujer profesional que labora en el Distrito experimenta grados de discriminación por su género, la mujer campesina, además de enfrentar el obstáculo del machismo, también tiene que lidiar con las desventajas de su situación geográfica.
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El marco de estudio que propone el enfoque de interseccionalidad nos invita a tomar en cuenta el hecho de que distintas categorías superpuestas de identidad afectan a grupos que se encuentran fundidos en categorías más amplias que no representan sus características especificas. Esto genera un reto para la representación política. Hoy día, el énfasis en la diversidad de la clase gobernante es producto de la demanda ciudadana por representación descriptiva. Es decir, que los representantes compartan características y experiencias con sus representados (Pitkin 1972).
Ciertamente, representantes que comparten realidades y experiencias con sus constituyentes son más capaces de articular sus necesidades y más sensibles a sus reclamos. Sin embargo, la segregación de los grupos de intereses puede convertirse en una bola de nieve. Por ejemplo, un objetivo de la representación descriptiva es que el congreso este compuesto proporcionalmente por diferentes grupos adscriptivos (ej. hombres y mujeres). Pero, si a esto añadimos otros tipos de identidades que pueden acarrear discriminación como la preferencia sexual, entonces, faltarían escaños en el congreso para representar justamente a cada grupo.
La cuota de género es el ejemplo por antonomasia de una acción afirmativa que busca darle un carácter descriptivo a la representación política. De hecho, varios países en la región han pasado de cuota a paridad (Bolivia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, Mexico, Nicaragua y Panama) con el objetivo de que, al menos, su poder legislativo luzca más proporcional a la distribución de la población en cuanto a sexo. No obstante, el enfoque interseccinal sugiere que dicha distribución no abarca otros subgrupos desventajados. La politóloga Melissa Williams (1998, p. 6) indica que “sería absurdo afirmar que una legisladora, simplemente porque es mujer, representa los intereses o las perspectivas de las mujeres en general”.
En cierto modo, la cuota de la juventud es una respuesta al problema que plantea el enfoque interseccional. Esta acción afirmativa está prescrita en el artículo 54 de la Ley de Partidos, “Cada partido, agrupación o movimiento político postulará el 10% de jóvenes hasta treinta y cinco años, de su propuesta nacional de las candidaturas”. Así, se entiende que una diputada como Ivannia Rivera es una especie de legisladora interseccional porque representa a dos grupos tradicionalmente marginados en la política: los jóvenes y las mujeres.
Personalmente, pienso que reconocer la complejidad de los fenómenos sociales y el hecho de que cada persona puede tener más de un grupo de identidad que le victimiza de forma distintiva es algo positivo. No podemos poner a todos los campesinos en un mismo grupo, porque la mujer campesina tiene obstáculos extras que el hombre campesino no tiene que superar. Al mismo tiempo, creo que el objetivo de la política es encontrar elementos comunes que nos unan para abordar los problemas que nos afectan individual y colectivamente.
Más que pensar en representantes descriptivos, deberíamos enfocarnos en elegir representantes de calidad. La politóloga Suzanne Dovi propone un marco de referencia para evaluar a los representantes. Ella sugiere que los buenos representantes deben tener tres virtudes: 1) imparcialidad, 2) construcción de confianza crítica y 3) buena vigilancia (Dovi 2007). La primera virtud se refiere a la búsqueda de un balance en la acumulación de poder para que no se produzcan desigualdades sistémicas que menoscaban la legitimidad de las instituciones políticas (Dovi 2007).
Por ejemplo, en las discusiones entre trabajadores y empleadores por acordar un ajuste salarial, un representante con la virtud de imparcialidad no busca la dominación de un grupo a expensas del otro, sino, el balance de poder para que sea el proceso democrático el que determine el resultado. Un representante con la virtud de la imparcialidad tiene como objetivo crear políticas publicas que avancen la igualdad cívica (Dovi 2007).
Segundo, la virtud de construir confianza crítica implica que el representante es capaz de enseñar a los ciudadanos a apreciar y valorar los procesos y practicas democráticas. Este representante moviliza a la ciudadanía para que se auto-represente con un compromiso critico hacia la política (Dovi 2007). Por ejemplo, los participantes de Marcha Verde movilizaron a cientos de miles de dominicanos educándolos sobre el valor cívico de la protesta pacifica y de la importancia de que exijan sus derechos de autodeterminación.
Tercero, la virtud de la buena vigilancia requiere que el representante mantenga constante relación y comunicación con sus constituyentes. Este representante reconoce que la política puede incluir y excluir. Por tanto, él o ella busca establecer relaciones mutuas para que los ciudadanos marginados de los procesos políticos se integren (Dovi 2007). Por ejemplo, el trabajo que realizo Marcha Verde de visitar a los barrios populares para educar a los ciudadanos sobre como la corrupción política afecta sus vidas directa e indirectamente.
En conclusión, aunque los representantes de grupos tradicionalmente marginados puedan traer nuevas perspectivas a la política, estos siempre se quedarán cortos puesto que dentro de cada grupo de identidad hay más subgrupos con necesidades especificas. Reitero, la experiencia que vive una persona que posee todas sus capacidades en un barrio marginado es diferente a la de una persona no vidente en el mismo lugar. Por tanto, no podemos esperar que un representante del primer grupo pueda articular todas las demandas y aspiraciones del segundo simplemente porque comparten un vinculo geográfico-económico.
En tal sentido, recomiendo a la ciudadanía elegir representantes que tengan las tres virtudes antes mencionadas. Representantes que aboguen por mantener un balance de poder enseñándole a sus constituyentes a reclamar sus derechos de manera democrática y que mantengan con ellos una relación mutua que les permitan siempre conocer de sus necesidades y deseos. Para mí, él o la representante ideal no tiene que hacer todos lo que sea posible para avanzar los intereses particulares de mi grupo, mas, es un represéntate comprometido con valores democráticos como la inclusión y la equidad.
Crenshaw, K. (septiembre 2015). Why intersectionality can’t wait. The Washington Post
Dovi, S. (2007) The Good Representative. Blackwell publishing.
Pitkin, H. F. (1973). The Concept of Representation. Berkeley: University of California
Press.
Ruth, S. P. (2016). Clientelism and the Utility of the Left-Right Dimension in Latin America. Latin American Politics And Society 58.1: 72-97.
Williams, M. S. (1998). Voice, Trust, and Memory Marginalized Groups and the Failings of
Liberal Representation. Princeton UP
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