El Tercer Congreso de la Confederación Nacional de Productores Agropecuarios (Confenagro), celebrado en Bávaro del 12 al 14 de este mes, contó con la participación del presidente de la República. Durante el evento, se abordaron diversos temas relacionados con el desarrollo agroindustrial dominicano, así como las oportunidades que ofrece la revolución tecnológica para los diferentes subsectores involucrados. Estos valiosos intercambios nos motivan a seguir apostando por un sector productivo nacional fuerte, capaz de satisfacer la demanda interna de alimentos y competir en mercados regulados.
Uno de los destacados ponentes fue Pelegrín Castillo, reconocido politólogo, investigador y escritor, quien presidió el congreso. En su intervención, Castillo resaltó la importancia del sector agropecuario nacional y la necesidad de reconocer y recompensar adecuadamente a los productores por su contribución a la seguridad alimentaria del país. También destacó el compromiso del gobierno con el sector y los avances en políticas de seguridad alimentaria y agroindustrialización. Además, Castillo subrayó la importancia de enfrentar desafíos externos actuales, fortaleciendo la producción local y aprovechando los recursos del país. Resumiendo, como analista de altos vuelos, hizo énfasis en los siguientes aspectos:
- Importancia de la producción agropecuaria para la construcción y desarrollo de la nación dominicana.
- Justicia histórica para recompensar al sector agropecuario por su contribución y enfrentar las injusticias pasadas.
- Necesidad de garantizar la seguridad alimentaria del país y la capacidad de producción para abastecer a la población.
- Reconocimiento del avance en políticas de seguridad alimentaria y promoción de la agroindustrialización para mejorar la productividad y competitividad del sector.
- Enfrentar los desafíos globales, como la desglobalización, fortaleciendo la producción local y aprovechando los recursos humanos y naturales del país.
En estas actividades, y esta tiene la marca de la franqueza y la determinación de marchar hacia objetivos complejos, costosos y retadores, la calidad, entendida de modo sistémico como conjunto de procesos y servicios técnicos interrelacionados vinculados con la normalización, mediciones confiables y certificaciones que avalan el cumplimiento de normas y reglamentos técnicos, penosamente suele estar ausente.
Quien escribe fue invitado como panelista bajo la sombrilla del ambicioso ámbito temático La importancia de la agroindustrialización para la agropecuaria dominicana. Dada nuestra ya larga trayectoria en la divulgación de los conceptos implicados en el Sistema Dominicano para la Calidad, y como principal redactor y promotor de la Ley núm. 166-12 que le dio origen, no pudimos menos que abordar la importancia crucial del asunto en cuestión en lo concerniente a la propuesta de agroindustrialización de la agropecuaria dominicana.
Explicamos, tratando de llegar a la comprensión de los cientos de entusiastas productores allí presentes, los componentes y funciones de la Infraestructura de la Calidad (IC), resaltando su papel en garantizar la excelencia y seguridad de los productos en el sector agroindustrial y en cualquier otro. Hicimos planteamientos sobre cómo la IC puede ayudar al desarrollo agroindustrial, facilitando la competitividad, el acceso a mercados y la reducción de costos.
De manera concreta, enfatizamos y analizamos el potencial del sector lácteo dominicano y la importancia de mejorar la calidad de la leche para acceder a mercados internacionales y mejorar su competitividad. Entronizar la IC en una cadena como la láctea, por ejemplo, exige sin duda la colaboración entre el gobierno, los organismos del Sidocal, el sector privado e industria láctea para implementar políticas enfocadas y sistemas de pago por calidad, así como la inversión en laboratorios y sistemas de gestión en empresas lecheras, aumentando así los ingresos de los productores.
La calidad es medible a través de determinados parámetros. Éstos son establecidos por el sistema de normalización técnica nacional, el cual establece, mediante el consenso y la más amplia participación, los parámetros medibles, comparables y reproducibles en cualquier tiempo y lugar.
La calidad medible es implementable y certificable. Esta es la que requiere la industria para competir en cualquier terreno. Además, es la única que facilita el trabajo de los reguladores estatales o privados premiando a quienes cumplen voluntariamente las normas o imponiendo sanciones cuando se trate de violaciones a los reglamentos técnicos vigentes (ámbito obligatorio).
Para maximizar los beneficios y minimizar los desafíos, es crucial invertir en las líneas básicas del fortalecimiento de la IC, proporcionar apoyo y recursos de manera focalizada a las pequeñas y medianas empresas del sector agropecuario, aplicar las normas y reglamentos en sus versiones simplificadas en una primera etapa, incorporar sistemas confiables de mediciones a lo largo de toda la cadena, certificar el cumplimiento por organismos competentes y asegurar la implementación de estrategias de agroindustrialización logrando el más alto consenso intra e intersectorial.
Tal como lo expresaban de manera unánime los productores presentes: "¡Sin producción, no hay nación!" En este contexto, se hace evidente que la calidad no representa un gasto, mientras que la falta de calidad sí lo es.
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