“Ella le fue infiel”, “ella sabía con quién se metía”, “ella retiró la querella y volvió con él”, “ella lo defendía”, “ella lo permitía”, “ella se lo merecía”… ella… ella… ella…
Cada vez que una persona utiliza los medios de comunicación para justificar las razones por las que una mujer muere a manos de su pareja o expareja, responsabiliza a la víctima de su trágico final, otorga invisibilidad al victimario, demuestra su ignorancia respecto a un tema tan delicado como lo es la violencia contra la mujer y lo que es peor: la multiplica.
Utilizar un micrófono, una cámara o un teclado para exponer su opinión a un público es una responsabilidad enorme que no todos pueden asumir. Sobre todo cuando se desconoce el tema a tratar. Por eso, al emitir su parecer acerca de la violencia contra la mujer, se debe tener mucho cuidado con los términos que se utilizan y los datos que se ofrecen respecto a los casos, especialmente cuando hay niños en medio.
La responsabilidad de los medios de comunicación y, por tanto, de los comunicadores, es sensibilizar, educar y darle voz a las poblaciones vulnerables, no ser sus jueces y verdugos. Para evitar esto último hay que despojarse de prejuicios, abrir la mente y documentarse con fuentes confiables o acercarse a especialistas e instituciones que ayuden a entenderlo.
Lo lamentable es que a estas alturas, tras cientos de reportajes explicando que los hombres y las mujeres que tienen una relación violenta tienen perfiles psicológicos establecidos, tras cientos de campañas que orientan sobre cómo identificar los tipos de violencia existentes, tras cientos de historias contadas por supervivientes, todavía hay quienes no comprenden el tema, pero lo justifican. Y lo más lamentable es que sea alguien con acceso a un medio de comunicación.
Queridos comunicadores: lo que ella diga o haga no justifica su asesinato. Un asesinato no debe ni tiene justificación. Y un comunicador no puede darse el lujo de promover su ignorancia, porque aunque no lo crean, las palabras también matan.
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