Hoy, en esta “Columna del Viernes”, quiero iniciar con una anécdota antes de entrar en materia. Hace unos días, una amiga, profesional de la comunicación, muy preparada y una de las personas más inteligentes y talentosas que conozco, se acercó a mí muy preocupada. Me comentaba que unos días atrás había subido a su Instagram personal una foto en traje de baño, mientras se encontraba en la playa y en la que salía abrazada de su esposo y otros amigos.
Aunque la imagen estaba muy bonita, varias personas con “muy buena intención” y cuyo objetivo era “proteger la reputación y la imagen” de ella, le escribieron por mensaje privado y la llamaron. Le preguntaron que cómo era posible que una comunicadora, que trabaja para el sector privado y que hace maestrías de ceremonias publique fotos de este tipo, en traje de baño, riéndose y en la playa (ojo aquí).
De la misma forma, le cuestionaron otras actividades que realiza y sus gustos, los cuales están muy ligados al arte y la cultura. Básicamente, y para resumir un poco, para esos “colegas” que la quieren tanto y que se preocupan por ella (nótese el tono sarcástico), para ir a la playa hay que ponerse un traje sastre, los ejecutivos tienen que leer informes de resultados todo el tiempo y que disfruten una obra de teatro o, en su defecto, también les guste actuar son preferencias completamente divorciadas con lo que deben de hacer y con la imagen que, supuestamente, tienen que proyectar hacia afuera.
Entonces me pregunto: ¿Será que para ser considerados inteligentes y capaces tenemos que cruzar los brazos todo el tiempo, tener la ropa planchadita y ser unos robots que dicen 'buenos días', 'buenas tardes', 'buenas noches', y que hablan solo sobre sus logros profesionales? ¿No se supone que las marcas y sobre todo las personas, que también son marcas, deben de montarse en el tren de la humanización? ¿No hablamos hasta el cansancio de conectar con nuestro público objetivo y que para hacerlo se requiere compartir nuestros gustos, ilusiones y sueños?
Por eso, hoy quiero aplaudir al VP Ejecutivo de Innovación, Transformación y Experiencia de Banesco Internacional, Rodrigo González, por mostrarse tal y como es.
Gracias por enseñar que el saco, la corbata y el pantalón de tela no determinan el conocimiento y el manejo de un tema que tiene un profesional. Que la excelencia no se alcanza escondiendo los tatuajes ni los gustos, ni las preferencias que tenemos. Pero, sobre todo, gracias mil por dejar claro que lo que realmente conecta con la audiencia son justo esos elementos. Basta con ver los comentarios que se generaron en la cuenta de Banesco y en aquellas que compartieron la publicación.
Las personas quieren que sean personas reales las que los dirijan y las que les enseñen. La audiencia esta ávida de que nos mostremos tal y como somos.
Este ejemplo de Banesco debe de servirle a las marcas, a aquellos que quieren hablarle a esta nueva generación que está subiendo y que le importa muy poco si usamos faldas tipo lápiz o corbatas, y a esas entidades gubernamentales como la Digesett que intentan buscar personal para sus filas, pero les impiden hasta peinarse como les gusta.
¡Hasta el próximo viernes!
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