Es importante reflexionar sobre el empleo del poder verde evidenciado en la Marcha del Millón, porque su convocatoria multitudinaria y su condición de factor esperanzador se consolidaron en grande en calidad y cantidad.
El presidente Medina, su Gobierno, su régimen, la cúpula peledeísta y el sistema de corrupción e impunidad, están en su peor momento de ilegitimidad.
El movimiento verde –si carga más sus pilas- es el único referente de masas que podría completar la negación y superación de ese sistema; dado que los partidos opositores está entrampados en sus redes, generando permanentemente justificadas desconfianzas.
Este es, pues, un periodo para emplear a fondo ese Poder Verde, sin delegarlo ni subordinarlo a otras instancias tradicionales. Sin conceder a otros actores políticos sensiblemente descalificados, desacreditados o problematizados, la prerrogativa de las decisiones de Estado y de las políticas públicas.
En lo adelante, con definiciones más precisas, será necesario consolidar su expansión como un nuevo actor político-social fundamental: autónomo, independiente, diverso, no excluyente de quienes asuman su identidad y propósitos; sin mezclarlo en fórmulas electorales con un partidismo cada vez más descalificado.
Esto llama a no optar por corruptos preferidos, ni a favorecer partidos y candidaturas contaminadas; que aun situados en la oposición formal al gobierno, han sido y son parte de este desastre.
Este nuevo fenómeno político-social y los movimientos que confluyen en él o que actúan simultáneamente, no deben limitarse a ser simples factores de “presión y vigilancia” frente este Estado y a los partidos que conducen sus instituciones; concediéndole, nueva vez, el poder de decisión en la vida política.
Hemos visto a que conduce limitarse a proponerle a los candidatos de esos partidos firmar tal o cual programa, tales o cuales demandas… suponiendo serían cumplidas durante su ejercicio de gobierno posterior a las elecciones de ocasión. Lo acontecido con esa fórmula a raíz del gran movimiento por el 4 % para la educación, es sumamente elocuente.
Los actores del fin del sistema de corrupción e impunidad no pueden ser sus sustentadores políticos y es desde ahora, antes del 2020, que hay que zafarse de la trampa, exigiendo reglas de juegos diferentes.
Hay una oportunidad para lograr la impugnación callejera al Presidente Medina y al sistema mafioso que encabeza. Ese anhelo late en la sociedad.
Es pertinente demandar con vigor -antes de los próximos comicios- la modificación sustancial de los actuales mecanismos electorales fraudulentos, como parte de un Proceso Destituyente y Constituyente (a la vez), que desmonte estas instituciones y cree las nuevas; algo imprescindible para que se realicen elecciones confiables que posibiliten voltear la tortilla.
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