Una de las principales herramientas del trumpismo económico es la política comercial. Donald Trump, al igual que hizo el presidente William McKinley a finales del siglo XIX, se ha autodefinido como un "hombre arancel." Para ambos mandatarios republicanos, la protección de los sectores productivos frente a la competencia extranjera es clave para la prosperidad de Estados Unidos. En ese sentido, consideran que el arancel es el instrumento idóneo para encarecer las importaciones y elevar la competitividad de la producción nacional.
Trump ha prometido un aumento sustancial de los aranceles. En diversas ocasiones, ha propuesto el establecimiento de tarifas entre un 10% y un 20% a los productos provenientes de los socios comerciales de Estados Unidos, con la excepción de los bienes importados de China, que serían gravados con un 60%.
El equipo económico designado por Trump tiene una orientación fuertemente sesgada hacia el proteccionismo. Stephen Miran, graduado de la Universidad de Harvard, ha sido nombrado jefe del Consejo de Asesores Económicos y es, junto a Peter Navarro, la vanguardia que defiende el alza de los aranceles. Según este economista, los niveles arancelarios actuales se encuentran por debajo de lo óptimo, por consiguiente, sostiene que se podrían incrementar sin perjudicar a los consumidores ni dañar la economía estadounidense.
El secretario del Tesoro de Trump, Scott Bessent, ha dejado claro en su "Plan 3-3-3″ que su objetivo es lograr que el producto interno bruto (PIB) crezca a un ritmo anual de un 3%, que el déficit público se reduzca a un 3% del PIB y que la producción de petróleo se incremente en 3 millones de barriles diarios. Para lograr la meta de crecimiento económico ha declarado que se concentrará en defender los intereses de Estados Unidos y proteger las cadenas de suministro vulnerables a competidores estratégicos.
La nueva administración debe considerar que el efecto inmediato del incremento de los aranceles será el aumento de precios de los bienes importados, lo cual reduciría el ritmo de convergencia de la inflación a la meta del 2% establecida por la Reserva Federal. El Peterson Institute for International Economics, un centro de investigación localizado en Washington, D.C., estimó que el aumento de los aranceles costaría en promedio 2,600 dólares anuales a los hogares estadounidenses del tercer quintil de renta, equivalente a una caída de un 4.1% de su ingreso después de impuestos. Además, el aumento de los gravámenes a las importaciones acentuará la regresividad de la estructura arancelaria, pues las familias de menores ingresos sufrirán una caída de su renta disponible de un 6.3%, en contraste al descenso de solo un 1.4% que se observará en las remuneraciones de los hogares más ricos.
En teoría, se prevé que la imposición de un mayor arancel reduzca las importaciones y genere una apreciación del dólar frente a otras monedas, lo que amortiguaría el impacto que tendrá el aumento de la tributación arancelaria sobre los precios. Algunos estudios empíricos han estimado la reacción de la tasa de cambio del dólar con relación a otras divisas después de que el presidente Trump tuiteara que aumentaría los aranceles a determinados socios comerciales. En el caso de México y Canadá, la amenaza de Trump provocó una apreciación del dólar respecto a las monedas de esos países de un 0.051% y de un 0.023%, respectivamente.
Otras evidencias empíricas demuestran que las variaciones arancelarias provocan una apreciación de la moneda, pero a un ritmo inferior al incremento del arancel. En el período 2018-2019, Estados Unidos estableció un nuevo arancel promedio de un 15% sobre las importaciones provenientes de China, lo cual supuso una depreciación del renminbi frente al dólar de un 7%. La apreciación del dólar, si bien ayuda a reducir el impacto sobre la inflación, disminuye la competitividad de las exportaciones y reduce la magnitud de la posible mejora del saldo de las cuentas externas que se trata de conseguir con la política proteccionista.
El aumento de los precios provocaría que la Reserva Federal modifique su política monetaria hacia una postura más restrictiva. La incertidumbre generada por la victoria del presidente Trump llevó a las autoridades monetarias estadounidenses a reducir la cantidad proyectada de recortes de la tasa de interés de referencia para 2025. Actualmente se prevé que, hasta la reunión de política de junio, el organismo emisor mantenga inalterada su tasa de interés en el rango que va de un 4.25% a un 4.5% y que, en el mejor de los casos, solo realice dos recortes de 25 puntos básicos cada uno. Esas condiciones monetarias, junto al muy probable aumento del déficit público derivado de la reforma del impuesto sobre la renta propuesta por Trump, mantendrían elevadas por más tiempo las tasas de interés de las Notas del Tesoro y, por tanto, las tasas de interés de los préstamos hipotecarios y de consumo.
Diversos estudios han demostrado que el incremento de los aranceles produce, en el mediano plazo, una reducción estadísticamente significativa de la productividad y del ritmo de crecimiento de la actividad económica. Un equipo de técnicos del Fondo Monetario Internacional utilizó datos provenientes de 151 países en el horizonte temporal de 1963 a 2014 y determinó que el tipo de propuesta arancelaria de Trump aumentaría la tasa de desocupación y acentuaría la desigualdad de ingresos, con el perjuicio que supondría para los hogares de rentas más bajas.
El proteccionismo de Trump puede provocar la retaliación de sus socios comerciales. China, la Unión Europea, Japón, México y Canadá, entre otros, podrían elevar los aranceles a las importaciones provenientes de Estados Unidos. El comercio global se reduciría y el impacto negativo sobre la actividad económica sería peor. También se registraría una desviación de los flujos comerciales que afectaría a algunas regiones más que a otras. Por ejemplo, un arancel de un 60% a las importaciones procedentes de China llevaría a esta nación a destinar una mayor parte de su producción hacia Europa y Latinoamérica, muy probablemente a precios de "dumping." En fin, los efectos de las perturbaciones arancelarias y sus secuelas sobre el empleo y bienestar de la población serían devastadores.
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