Antes de entrar en materia, quiero contarles una historia. Una amiga tiene un hijo de cinco años al que llamaremos Alex; y una sobrina de tres, a la que pondremos por nombre Valentina. Ambos viven prácticamente juntos, porque pasan mucho tiempo en la misma casa y les han habilitado un espacio donde tienen sus juguetes y comparten. Por eso, el día en que Alex pidió de Navidad un set de cocina para preparase como chef; y Valentina, una pista de Hot Wheel con varios carritos, mi amiga no se inmutó e hizo lo propio: compró lo que ellos solicitaron y se los dejoódebajo del arbolito. Esto le valió algunas criticas por parte de su familia, siendo una de ellas que si continuaba fomentando esas “cosas”, el niño se iba a confundir “y a salir gay”, mientras que la niña “se convertiría en un marimacho”.
Este episodio me hizo dar cuenta de lo confundidos que estamos como sociedad en cuanto al tema de género y pude reconfirmarlo esta semana a través de la discusión que se suscitó con respecto a la Orden Departamental No. 33-2019 del Ministerio de Educación. Esta Orden Departamental tiene como objetivo promover y aplicar la política de equidad e igualdad de género en la educación preuniversitaria, para “desconstruir los estereotipos de género que promocionan la masculinidad y femineidad, y que perpetúan las desigualdades entre hombres y mujeres, siendo la escuela la portadora de estos avances y retrocesos”.
En las cuatro páginas que recogen el contenido de la Ordenanza se habla de género, de estereotipos de género, de inclusión, igualdad y equidad. Sin embargo, la Iglesia católica -a través del Episcopado Dominicano- ha convertido el documento en un asunto de sexo y ha querido confundir a la población imponiendo el mensaje de que “la política de genero enmascara una ideología de genero que desarraiga la naturaleza humana, ignora la biología y desconoce los conceptos científicos irrefutables”. No obstante, se están olvidando que género y sexo no son sinónimos.
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Género, según del Diccionario académico de la Real Academia de la Lengua, es definido como el grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico. Mientras el sexo -según la Organización Mundial de la Salud (OMS)- describe las características biológicas y fisiológicas que definen a los hombres y a las mujeres.
Entonces yo aquí me pregunto: ¿Educar a los niños en base a la equidad y la igualdad es malo? ¿Es incorrecto que le expliquemos desde pequeños que hombres y mujeres tienen los mismos derechos y oportunidades? ¿Es tan pecaminoso y tan fuera de la naturaleza humana enseñarlos que esa femineidad y masculinidad estereotipada no es saludable para ninguna de las dos partes? ¿De dónde saca la Iglesia y los demás grupos que la apoyan que esta política de equidad de genero atenta contra la familia, los valores y la buena crianza? ¿Por qué se enfocan en mencionar temas que nada tienen que ver con género ni con los estereotipos?
No, señores, no se dejen engañar. Lean, nútranse y creen su propia opinión. No se lleven de fanatismos religiosos. Yo sí creo en esa Ordenanza. Quiero que el hijo de mi amiga, su sobrina, así como todos los niños que están creciendo tengan la oportunidad de elegir lo que deseen y acceder a las mismas oportunidades, sin importar estereotipos de muñecas, carritos y juegos de cocina.
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