Los que dentro y fuera del partido y del gobierno apuestan al fracaso del presidente Luis Abinader, se les pelará el billete, no lo verán fracasado ni derrumbado. A pesar de los pesares terminará su mandato de manera exitosa para beneficio de todos los dominicanos. Yo apuesto al éxito porque si el presidente Abinader fracasa, fracasamos todos, fracasa el país.
La oposición está desconcertada. El presidente Abinader tiene el favor del pueblo, las encuestas, tanto nacionales como internacionales, así lo dicen. Hoy es el segundo mejor valorado de la región. La oposición no sabe cómo actuar ni que decir frente a un hombre trabajador, honesto, responsable y transparente, que no rehúye sus obligaciones, que se comunica contantemente con su gente de manera humilde y sencilla diciendo siempre su verdad. Abinader es un presidente a tiempo completo con metas claramente definidas desde que decidió presentarse como candidato.
Contrario a lo que decían sus detractores, no es un improvisado en el ejercicio del poder. Si bien no tuvo experiencia de Estado, supo combinar el estudio con la práctica desde muy joven. Y supo por igual, esperar el momento para dar el salto y convertirse en presidente de la República.
Asumió el gobierno en medio de una crisis económica y sanitaria de grandes proporciones de la cual salió airoso. No bien el panorama se aclara con la Covid-19 desvaneciéndose y la economía recuperándose extraordinariamente cuando explota la guerra que involucra a Rusia, Ucrania, la Unión Europea y Estados Unidos, creando una situación inflacionaria mundial que amenaza con la estabilidad política y la gobernabilidad, obligándolo a tomar medidas extremas para evitar un estallido social diseñando y poniendo en práctica políticas públicas en beneficio de los sectores más vulnerables.
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En todo momento el presidente se presenta diáfano y sincero, explicando la situación por la que atraviesa el país, sin demagogia, sin mentiras piadosas, con planteamientos concretos para enfrentar la crisis, llamando a todos los sectores al dialogo, a la unidad, al trabajo. Pero sus opositores, dentro y fuera, no entienden lo que ocurre, o no quieren entenderlo, prefieren enfrentarlo. No quieren dialogo, ni unidad, prefieren las críticas por las críticas, sin argumentos sólidos: el “conceptualizador no quiere conceptualizar” porque entiende que políticamente no le conviene.
La oposición está pensando en las elecciones presidenciales que serán en más de dos años. No saben que pueden ganar más espacio actuando inteligentemente, sin la mezquindad que los está caracterizando.
Una buena parte de la oposición está perdida en su laberinto. No sabe cómo enfrentar al presidente Abinader, no encuentran sus falencias, no saben por dónde “cojea”. No sé si el temor a la cárcel que los ha segado. No lo sé. Pero están feos para la foto. Con su actitud sediciosa y conspirativa, en vez de ganar terreno, lo pierden, porque el pueblo, que no es tonto aunque ellos crean que sí, los observa, percibe su odio y su deseo de venganza. Es verdad que muchos no tienen calidad moral para criticar, que deberían estar hablando con las paredes de sus celdas. Y si no están presos es por la indulgencia del sistema de justicia dominicano.
Mientras la oposición luce desesperada, desarticulada y desconcertada, el presidente Luis Abinader avanza contra viento y marea a pesar de la crisis que azota al país y al mundo. Y como buen Capitán, estoy seguro sabrá conducir la nación airoso, hacia un puerto seguro.
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