El obispo misionero Raúl Berzosa, enviado del papa Francisco, aseguró que el gobierno que encabeza Luis Abinader tendrá la inteligencia para no dividir la población con el tema de las tres causales.
“Sé que los gobiernos y el gobierno actual va a tener la suficiente sensibilidad, inteligencia y capacidad para no dividir a la sociedad en este tema y para buscar caminos de encuentro y de consenso”, sostuvo.
Entrevistado de manera exclusiva en El Gobierno de la Mañana, explicó que la Iglesia tiene la obligación de defender la vida, ya que de no hacerlo perdería su identidad.
“El presidente y el Gobierno lo tienen muy difícil”, dijo al apuntar que pueden estar en la postura de defensa de la vida, pero también escuchar la otra parte.
En ese sentido, el también periodista felicitó a la República Dominicana por ser uno de los pocos países que reconoce los derechos de los no nacidos.
“El Gobierno tiene que ser sensible siempre en cada momento a los dos pilares que le van a dar credibilidad, uno: lo constitucional; y dos, lo que la mayoría de la sociedad en ese momento proponga”.
“Voy a estar el tiempo que el papa quiera y lo que monseñor Ozoria aguante”, bromeó sobre la duración de su estadía en suelo quisqueyano.
Homosexualidad
El obispo indicó que sobre la homosexualidad lo importante es que se siga ampliando del debate.
“Cuando ya se trata de equiparar derechos, no se puede falsificar la moneda”, aclaró. En ese sentido, dijo que no se le puede llamar matrimonio a la unión de personas del mismo sexo.
“Lo mismo en el tema de la adopción, escuchemos no solo a la Iglesia, escuchemos lo que dicen los psicólogos, los sociólogos”, enfatizó.
Pederastia
“Sin miedo, afrontar el tema con total transparencia y sacar de debajo de la alfombra, todo lo que había”, precisó para referirse al accionar del papa Francisco sobre la situación difícil que enfrenta la Iglesia católica con la pederastia.
Juan Pablo I
Al hacer referencia a la muerte del papa Juan Pablo I, Raúl Berzosa manifestó que dedujo que el triste fallecimiento se produjo de forma natural en alguien que ya padecía problemas cardíacos, pese a las teorías de conspiración en contra del sumo pontífice.