Por Oliver Matthews
Emmerson Mnangagwa, juró hoy domingo, casi un mes después de las elecciones presidenciales, cargo como nuevo presidente de Zimbabue, asegurando que se "abre un nuevo capítulo" y pidiendo unidad, después de las tensiones levantadas con la oposición, que considera que hubo un fraude electoral.
"La Zimbabue que queremos es una compartida que transcienda las líneas de los partidos políticos", dijo el presidente durante su discurso de investidura, en el Estadio Nacional de Deportes en la capital, Harare, frente a miles de personas, que han coreado su nombre y su eslogan electoral.
Mnangagwa se comprometió a actuar "de forma justa e imparcial sin miedo o favoritismos como presidente de todos los zimbabuenses", dijo el electo jefe de Estado, quien consideró que se está "abriendo un nuevo capítulo de relaciones con el mundo".
El líder volvió a hacer gala del mismo discurso aperturista que ha mantenido desde que llegó al poder en noviembre, después del golpe de Estado que echó del poder, tras casi cuatro décadas, a Robert Mugabe: "Zimbabue está abierta para los negocios".
"Estoy aquí como estuve hace menos de un año, ante invitados similares, pero sin embargo ante un Zimbabue diferente", dijo el líder zimbabuense que aseguró que "en solo 9 meses hemos dado luz a un nuevo Zimbabue y hemos formado un camino nuevo para nuestra nación".
Mnangagwa, de 75 años, ha cumplido su sueño de que su nombre salga de las urnas, ganando el 50,6 % de los votos el pasado 30 de julio, frente al 44,3 % del líder del opositor Movimiento por el Cambio Democrático (MDC), Nelson Chamisa.
Los resultados fueron avalados este viernes por el Tribunal Constitucional, que desestimó el recurso de apelación por fraude electoral presentado por la oposición, alegando falta de pruebas.
Justamente, el encargado de tomarle juramento de cargo ha sido el presidente del Poder Judicial, Luke Malaba, el mismo que el viernes leyó la sentencia del Constitucional que avalaba su victoria.
Y lo ha hecho frente a varios presidentes africanos como el sudafricano, Cyril Ramaphosa; el ruandés, Paul Kagame, o el de República Democrática del Congo (RDC), Joseph Kabila, pero también ante Bona Mugabe, hija del expresidente, una aparición que ha sido tomada por sorpresa.
Ni Mugabe ni su esposa, Grace, que estaban invitados a la ceremonia, acudieron porque "no se encontraba bien" y mandaron en representación a su hija, según explicó Mnangagwa al comienzo de su discurso.
Tampoco acudió Chamisa que ayer se volvió a declarar vencedor en las urnas y dijo que rechazaba el veredicto del Constitucional, y llamó a movilizarse pacíficamente en las calles por la falta de legitimidad del mandato de Mnangagwa.
"No me pueden invitar a una boda donde soy yo el que debería recibir los regalos", explicó ayer a la prensa, haciendo alusión a su creencia de que es el legítimo vencedor de las urnas.
Esta campaña electoral ha sido la más pacífica desde 2000, cuando el MDC presentó por primera vez una contestación a la gobernante Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF).
Sin embargo, dos días después de la votación, el 1 de agosto, las calles de Harare se tiñeron de violencia cuando la Policía y el Ejército cargaron con munición legal, cañones de agua y gases lacrimógenos, contra las protestas de la oposición, que, sin conocer los resultados, ya esgrimían alegatos de fraude.
En su discurso, Mnangagwa anunció en su discurso que nombrará una comisión que investigue la muerte de al menos seis personas ese día y que publique sus hallazgos pronto.
Durante la ceremonia, Mnangagwa recibió la banda verde presidencial y la cadena de oro distintiva, en un acto repleto de música y donde las fuerzas armadas y la Policía le han jurado lealtad.
No ha acudido ningún jefe de Estado de naciones de Occidente, en un movimiento que se podría considerar como una actitud cauta, pero que también podría atribuirse a que la ceremonia se ha convocado en menos de 48 horas desde que se conoció el veredicto del Constitucional, un plazo que marca la Carta Magna.
La ministra británica para África, Jarriett Baldwin, pidió en un comunicado este fin de semana, al nuevo presidente que "tienda la mano a aquellos que no le apoyaron a él o su partido durante las elecciones".
Estas elecciones fueron las primeras sin Robert Mugabe, quien desempeñó el poder con mano de hierro durante casi cuatro décadas hasta ser forzado a renunciar por un levantamiento militar en noviembre pasado.
Mnangagwa le sustituía en la Presidencia desde entonces y estas elecciones han sido el escaparate, nacional e internacional, para legitimar su poder.