Por: Marta Garde
BepiColombo, la misión con la que la Agencia Espacial Europea (ESA) viaja por primera vez a Mercurio, es para el director general de ese organismo, Jan Woerner, "un buen modelo de cooperación" con el que desterrar la idea de que la comunidad internacional está en una "carrera" por el espacio.
"La competencia está bien, te impulsa y hace ir más rápido, en el deporte y en otras áreas, pero la cooperación es el valor principal en el espacio", explica a EFE en vísperas de que ese proyecto despegue en la madrugada de este sábado del centro espacial de Kurú, en la Guayana Francesa.
A bordo del cohete Ariane 5 viajarán el módulo de transferencia y dos orbitadores, uno europeo y otro japonés, con los que estudiar el origen y evolución, la composición y la exosfera y magnetosfera de ese planeta, el más pequeño y cercano al Sol de nuestro Sistema Solar.
La ESA, compuesta por 22 Estados, incluido España, ha diseñado la misión y aporta 1.383 de sus 1.735 millones de coste, mientras que la agencia japonesa (JAXA), con otros 120 millones, se ha encargado del orbitador que examinará su entorno y magnetosfera, y la cuantía restante procede de diferentes institutos nacionales.
"Es mucho dinero, pero cada ciudadano europeo paga apenas 10 euros al año para la agencia espacial europea. Equivale a una entrada de cine", añade el director de su Programa Científico, Günther Hasinger, que sucede desde febrero al español Álvaro Giménez.
Ocho países han contribuido a implementar y financiar la instrumentación científica, y empresas de 15 Estados han participado en la construcción del satélite, un puzzle de nacionalidades en el que se encuentran firmas españolas como Sener o Crisa y que ha hecho posible la misión más compleja hasta la fecha de la ESA.
Las temperaturas oscilan en Mercurio entre los -180 grados bajo cero y los 430, y el viento solar puede alcanzar los 400 kilómetros por segundo, dos razones que explican la dificultad y ser el planeta menos explorado de los que, como Venus, la Tierra y Marte, tienen una composición rocosa.
La tecnología desarrollada para afrontar esas condiciones "es fascinante", dice Woerner sobre innovaciones como los revestimientos térmicos y el aislante multicapa, de las que se beneficiarán en el futuro misiones como la Solar Orbiter, prevista para 2020 con destino al Sol.
Con BepiColombo, la ESA complementa el trabajo de la agencia espacial estadounidense, NASA, que envió las dos únicas naves que se han acercado hasta la fecha: Mariner 10 lo sobrevoló y ofreció sus primeras fotografías de cerca entre 1974 y 1975, y Messenger fue la primera en orbitarlo, entre 2011 y 2015.
"La ESA es algo así como un socio 'junior' de la NASA. Su presupuesto total es como una sexta parte del de la NASA. No podemos tener el mismo volumen de actividades, pero usamos nuestro dinero estratégicamente", apunta Hasinger, orgulloso de que sea una referencia en materia de colaboración.
"Con nuestros Estados miembros, somos muy fuertes", resalta Woerner, que en el Consejo Ministerial de noviembre de 2019 en Madrid quiere pedir un aumento para el programa científico con el objetivo de mantener ese rol estratégico.
Un alza del 20 %, hasta alcanzar un presupuesto de unos 3.000 millones de euros para el periodo comprendido entre 2022 y 2027, con el que a la ESA le gustaría, entre otras, poder llevar una misión a Neptuno.
La alineación de planetas que hizo posible que el Proyecto Voyager de la NASA aprovechara en los 70 la gravedad de la órbita de cada uno para impulsarse hasta llegar a Neptuno se volverá a dar "en unos 15 años", lo que según Hasinger abre una nueva oportunidad que no debería perderse.