Memoria selectiva, corrupción y desafío de la participación electoral

martes 7 mayo , 2024

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Julio Santana | Foto: Julio Santana

El acto de quedarse en casa y no votar se asemeja mucho a la conocida estrategia del avestruz: esconder la cabeza ante un peligro inminente o alguna amenaza. De la misma manera, al no votar, mostramos indiferencia hacia los destinos del país y las decisiones políticas que nos afectan. Como escribía Máximo Gorki, “…gracias a la indiferencia, existen en el mundo la traición y el homicidio”.

En términos globales, nuestra representatividad política, la que toma decisiones por nosotros con el apoyo de nuestros ingresos, está viciada y en crisis. La abstención electoral y la calidad de la representatividad gubernamental se retroalimentan: la funcionalidad defectuosa de nuestros actores en el gobierno es una de las causas principales de la abstención, y a su vez, la abstención agrava el problema de la calidad e idoneidad moral de nuestros representantes en el Estado.

Recordemos que, en 2020, la República Dominicana registró una abstención de aproximadamente 45% en las elecciones presidenciales y legislativas, la más alta desde el fin de la dictadura de Trujillo en 1961. La historia se repitió en las pasadas elecciones municipales, donde el ausentismo dentro de los inscritos computados alcanzó más del 53%. Si excluimos del ausentismo los 870 mil votantes hábiles registrados en el extranjero, entonces la abstención real sería de aproximadamente 48%. Estos altos niveles de abstención favorecieron significativamente al PRM, según se cree.

Frente a este panorama abstencionista, el líder y presidente del PLD ruega a su militancia que vote porque ello le asegura un triunfo seguro en una segunda vuelta electoral. Pero si señaláramos a alguien como responsable de la apatía electoral creciente, sería a él, sin duda.

Debería considerar que la indiferencia ciudadana es un rechazo rotundo no solo a determinadas ejecutorias o situaciones relacionadas con el gobierno actual, sino también a los partidos políticos que disfrutaron de períodos consecutivos de gobierno literalmente asaltando al Estado. El actual presidente del PLD lideró uno de los gobiernos más corruptos de la historia política reciente del país, sin perder de vista que cuenta -por primera vez en la historia republicana- con la mayoría de sus funcionarios más prominentes en prisión, incluido un procurador general.

El PLD demostró en el período 2012-2020 todo lo contrario a lo que se proponía su gran líder fundador: hacer desaparecer la percepción de la política como un negocio de altos dividendos. No creemos que, si el pueblo vota masivamente, el PLD tendría asegurado el triunfo electoral. Él lo piensa así porque confía en el olvido, en el estado amnésico de todo un pueblo.

El expresidente también insta a sus seguidores a evitar por todos los medios la compra de votos. En este caso también olvida los miles de millones de pesos que los contribuyentes destinaron al respaldo de una candidatura que representaba la crónica de una derrota política anunciada, impulsada contra corriente en gran medida por su resentimiento social dirigido con furia hacia su compañero de partido de toda la vida.

Si en los últimos treinta años ha habido una contribución importante a la cultura clientelista, al patrocinio y a la convicción de que el Estado es un gran botín para repartir entre unos pocos, sus dos administraciones son ejemplos muy convincentes de ello.

Jamás apoyaríamos la ausencia de votantes en las urnas, la compra del documento de identidad de los ciudadanos ni mucho menos la instalación de casetas frente a los colegios electorales con fines inconfesables.

Cuando la oposición a todo ello proviene de un falso portavoz de la moral política, que tiene la osadía de presentarse como un acérrimo oponente de todas esas prácticas y otros vicios prevalentes en el proceso electoral dominicano, no podemos menos que percibir que este individuo entiende que el pueblo dominicano tiene problemas serios de inteligencia y memoria, o que la población en edad de votar es irresponsable por cultura e incapaz de perjudicar a los “benefactores” de su estirpe.

Para evitar que ciertos líderes sigan con sus pretensiones de engañarnos de manera indefinida y descarada, debemos promover la educación cívica y la conciencia ciudadana para fortalecer la democracia y fomentar una participación informada y responsable en el proceso electoral.

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Julio Santana

Economista (Ph.D) y especialista en sistemas nacionales de calidad, planificación estratégica y normatividad de la Administración Pública. Fue director de la antigua Dirección de Normas y Sistemas de Calidad (Digenor).

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