Ahora que el mundo prácticamente ha salido de la pandemia del covid-19 se presenta una situación de incertidumbre con impacto económico mundial por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, debido a la importancia de ambos países en la producción de bienes agrícolas y energéticos vitales.
En República Dominicana el efecto no se ha hecho esperar, pues los elevados precios de materia prima energética como el petróleo, gas natural y hasta carbón mineral, impactan seriamente en los costos de la electricidad, combustibles y procesos productivos.
A eso se agregan las alzas en las materias primas de productos alimenticios, así como la continuación en el proceso alcista de los fletes marítimos. Todo se traduce en una inflación importada de efectos directos sobre los bolsillos de los consumidores.
Las medidas paliativas anunciadas por el presidente Luis Abinader son positivas, porque envían una señal de preocupación e interés del Gobierno en evitar mayores efectos negativos sobre la ciudadanía. Sin embargo, no implican reducción ni estabilidad de precios en los niveles deseados.
La realidad es que, aun con una ampliación de la cantidad de beneficiarios la ayuda social para los más pobres, aumento del bono gas, creación de más mercados populares, comedores económicos y reducción de aranceles en algunos productos, así como congelación parcial de los precios de los combustibles, como quiera los precios seguirán altos, mientras los niveles de ingresos de la gente se mantendrían prácticamente invariables.
Ante esa situación, lo mejor que pueden hacer los consumidores es tratar de racionalizar su consumo, de solo consumir lo esencial y posponer o descartar la compra de bienes o servicios prescindibles o innecesarios en la actualidad.
Siempre se recomienda tener un “plan b”; esto por el hecho de que el “plan a” sería que el Gobierno resuelva los problemas de alzas de precios. Pero ante la realidad de que eso es prácticamente imposible en la actual coyuntura, su “plan b” debe ser la austeridad particular.
Al leer este artículo es posible que muchos se pregunten cómo es posible recomendar recorte de gastos a personas que tal vez no tienen suficiente, ni siquiera para comprar lo esencial, pues sus ingresos son insuficientes.
Eso puede ser verdad, pero también lo es el hecho de que siempre hay por dónde recortar, si se lo propone.
Lo que pasa es que para unos se torna más difícil que para otros, lo cual es más pronunciado cuando cada quien tiene limitaciones de ingresos. El de clase alta o clase media alta puede seguir su ritmo de vida, pues los ingresos que percibe les alcanzan para absorber los altos precios.
Pero el de clase media baja, el vulnerable y el pobre tienen la dificultad de que no pueden absorber los altos precios y se ven en la obligación de cambiar sus hábitos de consumo o de endeudarse para luego caer en una situación peor.
Se pudiera pensar que esto pasará, que los precios del petróleo bajarán y que las tendencias alcistas de otros bienes también retornarán a la normalidad. Eso es seguro. Pero eso no implica que los precios vayan a colocarse en los mismos niveles que estaban antes de esas situaciones de crisis de los últimos dos años y un poco más.
Generalmente, luego de un período de alta inflación, se regresa a una normalidad relativa, pues habrá estabilidad de precios, reducción de otros, pero casi nunca a los niveles anteriores. Más bien, lo que tiende a pasar es que la economía se ubica en el nuevo esquema de precios después de la crisis.
Por tanto, es más que correcta la decisión individual de las personas de ponerse en “modo austeridad”, verificando la forma en que pueden variar sus hábitos de consumo hacia una reducción de gastos afectando lo menos posible su calidad de vida.
Nuestra recomendación es que se detenga a hacer un análisis sereno sobre sus niveles de ingresos fijos y variables cada mes, así como sus niveles de gastos, enumerándolos uno por uno y verificando cuáles puede suprimir, los que se podrían variar y los que definitivamente seguirán fijos. Tras ese ejercicio, verá que se pueden hacer algunos recortes que compensen en parte o al menos neutralicen las alzas actuales.
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