Quiero empezar esta columna de viernes haciéndome y haciéndoles a ustedes esta pregunta: ¿Por qué tenemos la piel tan sensible? ¿Por qué cuando alguien hace un comentario, da un punto de vista o expone un argumento diferente al nuestro, lo asumimos como un insulto, una afrenta y de inmediato comenzamos una discusión? Muchos de los que leen la columna en este momento me dirán que debatir no tiene nada de malo y en eso estoy 100 por ciento de acuerdo. El debate es un proceso que enriquece el pensamiento, que ayuda a ver un poco más sobre el camino del otro y que puede agregar tanto o más valor que leerse mil libros o asistir a igual número de conferencias.
Sin embargo, el debate para que sea efectivo debe tener un elemento que con frecuencia olvidamos y que es el respeto. Se nos olvida que para dar un punto de vista no tenemos que irnos al plano personal, tampoco es necesario que insultemos a quien escribió algo que no nos gustó, mucho menos exponer la percepción que tenemos sobre su vida privada y sobre aquellas decisiones que ha tomado y que han trascendido a la esfera pública.
El debate real, el que agrega valor, el que enseña y edifica, es aquel que se basa y desarrolla en base a argumentos sólidos. El debate real es aquel en el que ambas partes tienen la oportunidad de exponer su punto de vista e, incluso, llegar a un punto medio. No obstante, eso no es lo que estamos viendo en las plataformas digitales.
Ayer jueves, Mariasela Álvarez dio su opinión sobre el exponente del género urbano el Alfa y criticó el premio que le fue otorgado en los Soberano. De inmediato, fue atacada por fanáticos del Alfa y por otras personas que no solo condenaron su publicación, sino hasta su accionar en la vida. La llamaron “chapeadora, ladrona, amargada” y otros improperios más, algunos muy subidos de tono, que prefiero no escribir en este espacio.
Es increíble que, por dar su opinión en su cuenta de Instagram, tal como lo haría cualquier columnista en un periódico, recibiera tantos comentarios negativos. Lo más interesante es que algunos de esos defensores del Alfa tenían un punto importante que podía enriquecer el debate. Sin embargo, en medio de tanto insulto y faltas ortográficas, era casi imposible notarlo.
Algunos de ellos exponían que otros artistas dominicanos, incluso de larga data, también habían cometido errores en el pasado y que se les premiaba e invitaba a los programas de televisión. De la misma forma, hacían referencia a que todos tenemos derecho a enmendar el camino y que este joven no solo lo estaba haciendo, sino que había pedido disculpas por lo que sucedió hace un año en la Plaza de la Bandera y no había tenido ningún otro escándalo o comportamiento parecido al anterior.
¿No hubiera sido más fácil decirlo de esa misma forma, sin tanto insulto, sin tanto enojo? ¿Vamos a continuar escudándonos en un celular, detrás de una computadora o bajo el anonimato de un user falso para decir todo lo que nos plazca? ¿Cuándo vamos a aprender que el que mejor debate no es el que habla más alto y más fuerte, sino el que expone de forma más adecuada su comentario?
Cierro con este consejo que me dio mi papá hace muchos años: primero escucha, después habla y como quiera continúa escuchando.
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