En el mes de diciembre del pasado año hablamos en esta columna sobre los contenidos virales y el concepto de viralidad en la red, esos contenidos que alcanzan el título al ser compartidos de forma masiva por una gran cantidad de personas y en un tiempo muy breve.
Pero la viralidad va más allá de compartir información o bulos de forma frenética, sino que se puede manifestar en comportamientos que van de lo solidario a lo nocivo, se han hecho virales múltiples retos como el Ice Bucket Challenge popularizado en el verano de 2014, generando millones de dólares que desembocaron en la financiación de investigaciones sobre la enfermedad degenerativa ELA, o el peligroso Bird Box Challenge inspirado en la película de Netflix basado en vendarse los ojos, hacer variadas actividades y filmar el momento para compartirlo en las redes sociales, este que resultó ser el primer reto viral del 2019 provocó accidentes y lesiones.
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Si bien es cierto que la mayoría de los retos de internet son seguidos por adultos, también es cierto que estos llegan por igual a niños y adolescentes, el grupo más influenciable y en mayor situación de peligro. Como ejemplo, en las últimas semanas se ha popularizado el llamado “Abecedario del Diablo”, este ha llegado con fuerza a las escuelas y consiste en rascar la piel los compañeros de juego en el dorso de la mano mientras pronuncia las letras del alfabeto de la A a la Z, citando una palabra que comience por cada una de estas letras, esto resulta el llagas y heridas, que pueden infectarse y dejar cicatrices, si alguno de los jugadores se equivoca se repite la dinámica del juego, también se utilizan objetos cortantes.
Dinámicas tan peligrosas como la del fire challenge que instruye a los usuarios a rociarse un líquido inflamable en el cuerpo, prenderse fuego y aguantar el tiempo máximo o el “Space Monkey Challenge” que se basa en asfixiarse para obtener placer, ambos se han cobrado vidas, este es un problema global, no conoce de estrato social, de hecho, mientras más pequeña es la brecha tecnológica del país en cuestión, mayor exposición, por ello, maestros, padres y tutores deben abrir los ojos y crear conciencia de la necesidad de estar pendientes a lo que hacen los menores en internet.
Es necesario el activismo, exigir a las plataformas asumir responsabilidad de los contenidos que publican, tomar tiempo para observar a qué se dedican los más pequeños en las redes, tomar en cuenta cambios de comportamiento, nuevos hábitos, marcas o cicatrices, por otro lado, mediáticamente los periodistas y comunicadores tienen una gran responsabilidad, hay que escribir sobre estos hechos con conciencia y precaución, hay que ejercer más que nunca el rol de formar y educar, la forma de comunicar estos hechos debe ser responsable y analítica antes que incendiaria y sensacionalista.