Los libros que me hicieron perderle el respeto a la creación

jueves 20 septiembre , 2018

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Belié Beltrán | Foto: Javier Celado

Hace poco me preguntaron qué debería leer alguien que quiera escribir. Contesté que si se trataba de un deber, debería no leer nada.

Grosería al margen, hay un par de obras que permanecen constantes en mis búsquedas. En su mayoría se trata de creaciones a las que siempre es grato volver.

Rara vez acudo a ellos por su virtuosismo técnico. Sin embargo, poseen un nivel altísimo de técnica, solo que no se permiten mostrar sus hilos.

Para no caer en el gancho de armar una lista citaré un par de títulos. Eso sí, obviando cualquier tipo de orden jerárquico.

Solo utilizaré dos criterios: que muestren un profundo irrespeto por la creación como forma pura y que no sean Las Mil Y Una Noche.

Digo Respiración Artificial como podría decir cualquiera de los libros de Ricardo Piglia. Sin importar que sea ficción o teoría.

Piglia, a fuerza de razonar y de contradecirse a sí mismo, construye una obra que funciona como una máquina auto generadora. Por eso siempre gira en torno a las mismas cuestiones, haciendo cada vez nuevas variaciones. Es como si todos los libros fueran respiración artificial, incluyendo los diarios que publicó al final. No olvidemos que sentía un enorme respeto por Maturana y por Macedonio Fernández.

Un autor que hizo mucho daño a los escritores de mi generación fue Roberto Bolaño. Los Detectives salvajes es una novela que te obliga a querer descubrir cosas, despierta el espíritu metiche que tenemos los lectores. Y claro, nos hace creer que esa brutalidad creativa es tan fácil como emular el “malditismo”.

Ojalá Bolaño nunca hubiera existido. Pero por suerte existió.

Otro autor es Boris Vian. Pausa: gracias Joaquín castillo por presentármelo.

Desde que leí La Espuma De Los Días no he hecho otra cosa que buscar imitarlo y o plagiarlo descaradamente. Su visión de que el arte no tiene que ver con los formatos la he asumido en la medida de lo posible. Lo que hay en esa novela supera la técnica, el tema y la trama, es simplemente la creación en niveles procaces de poesía y belleza. Como Piglia y Bolaño, Boris Vian irrespeta al máximo las formas establecidas. Las utiliza para encajar sus propios desvaríos. Y en el camino genera dimensiones auténticas y retadoras. No olviden que muchos de sus libros fueron prohibidos en su tiempo, y todavía hoy pueden causar urticaria a lectores sensibleros.

Aquí convendría citar salón de Belleza, Efecto Invernadero y Bola Negra de Mario Bellatín. También podría presentar a Manuel Puig por su irrespeto de la creación mediante la apropiación de voces cotidianas y la modulación de los clichés más POP. Pero queda poco espacio.

Mejor digamos que siempre he querido escribir un libro como El Maravilloso viaje De Niels Holgersson, escrito por Selma Lagerlof. En una sola historia entra la geografía, mitología, historia, flora y fauna sueca. Todo sin desmeritar una narración que se desplaza desde el más alto nivel de fantasía hasta los horrores de la pobreza y las muertes de tuberculosis.

Si hay una novela a la que conviene volver siempre como si fueran Las Mil Y Una Noche, es el Maravilloso viaje De Niels Holgersson.

Como dije antes, estos libros siempre están ahí, junto a otros por el irrespeto que hacen de las formas puras. Digamos que son grandes mestizos de la literatura. Y justamente su mestizaje de formas, recursos y registros les hace ser bestiales.

Pd: No es un deber leerlos en ningún caso. Pero son buenas historias.


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Belié Beltrán

Posee licenciatura (PUCMM) y maestría (APEC) en comunicación corporativa. Es autor de los libros “Pardavelito” (cuento) y “Crónicas a la Colmena” (poesía). Fue traducido al alemán por el Goethe Institut y ha ganado varios premios de poesía y cuento.

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