Por: Esmerarda Montero Vargas (Magíster en Comunicación Social. Investigadora predoctoral del Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad. Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV-EHU), Campus de Excelencia Internacional).
Como es habitual en estas fechas instituciones, empresas y personalidades públicas de manera general emiten mensajes de felicitaciones, donde se suele hacer recuento de las victorias y desafíos del año que se va y las expectativas del que viene. Suelen ser mensajes esperanzadores donde cada uno procura dar su mejor cara frente al público.
Ayer lunes el órgano de difusión oficial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en su portal web Vanguardia del Pueblo emitió una imagen para felicitar al pueblo dominicano por la fiestas navideñas, esto es natural, lo que llama la atención es la composición escogida para este fin.
Antes que nada, quiero resaltar que me parece asombroso que el PLD como institución política emita esta imagen, ya que en sí misma resulta ofensiva y estereotípica. A menos que se quiera aprovechar el arrastre de la polémica que obviamente sabían se generaría para obtener difusión, aunque sea negativa, algo que emplean cantantes y estrellas de cine, pero que me parece inverosímil en un partido político, que además es el que gobierna en la actualidad.
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Cabe destacar que un día después de su publicación la imagen ha sido borrada, pero son otros tiempos y gracias a internet lo que se ha hecho público ya no tiene camino de regreso.
Analizando esta imagen en detalle, desde el punto de vista semiótico, vemos un cielo azul despejado que se va degradando hasta un tono claro en el horizonte, lo que emula paz y tranquilidad, las manos que descienden desde el cielo con los colores institucionales y la inconfundible estrella amarilla del PLD.
Aparte de colocar al partido como protagonista, lo sitúa como el centro de un todo, un ente superior, paternalista y celestial de donde emanan regalos y dólares. Un punto interesante, ya que esa no es nuestra moneda oficial, pero es bien sabido que en el común de los y las dominicanas Estados Unidos representa el paradigma del progreso, es una idea colectiva sobre todo en las clases de bajos recursos y aquí se explota este sentimiento.
En tanto que estas manos, fuertes y masculinas, intentan emular una fuente de la que fluye un bienestar material, una entidad poderosa que provee de forma generosa y gratuita.
El entorno formado por una barriada de clase baja, por la disposición y arquitectura de las viviendas, también exhibe los colores del partido oficialista junto a otros colores muy vivos, que en esta composición pueden representar vitalidad, naturaleza y alegría.
Lo mismo sucede con las vestimentas de las personas aquí representadas, que se lanzan con júbilo y prisa, incluidos los perros, a recoger los regalos y los billetes que caen del cielo (billetes de 100 dólares).
La disposición de los colores, en general, integran la iconografía del partido como parte de un todo, la gente, sus ropas y sus casas son una extensión de la institución política.
De manera general, el emisor pretende con esta imagen recrear en el imaginario colectivo, la idea de que es una fuente superior de riquezas y dádivas, las personas aunque pobres, lucen felices de contar con ese padre protector y bondadoso que deja caer sobre sus cabezas la colorida limosna.
Socialmente es realmente peligroso que se siga reproduciendo este modelo en nuestra política, donde al pobre se le aísla en la idea de ser un ser pasivo, siempre pendiente de las ayudas/regalos del Gobierno, sobre todo en estas épocas; es una forma tragicómica de normalizar la corrupción, ya que el gobierno no maneja fondos propios, sino que se supone que ha de administrar de forma honesta el dinero de los contribuyentes, mismos a los que en esta imagen se les representa alegres al recibir el fruto del despilfarro institucional.
La tragicomedia se ubica en el hecho de que esa imagen de dispendio en dólares no concuerda con una país pobre, donde la mayoría de los jóvenes no cuentan con un empleo formal, donde el salario mínimo no cubre la canasta básica y donde la delincuencia llega niveles históricos, debido a la desesperación por falta de oportunidades.
Así se difunde y eterniza el ciclo de la pobreza con ciudadanos no críticos, que no se cuestionan de dónde vienen los fondos con los que se le regalan chucherías en épocas puntuales, cuando el deber de un Gobierno es proveer un sistema social en el que cada individuo pueda crecer y desarrollar sus capacidades y ser entes productivos e independientes, no mendigos frente al propio estado que sostiene con la fuerza de su trabajo.
Por demás, se explota la religiosidad tan propia de nuestro pueblo, y se establece un peligroso símil entre el PLD y la divinidad, entre la caridad y la alegría. Los de la imagen son sujetos alienados, envueltos en una burbuja feliz que les quita la dignidad sin que lo perciban, es la realidad misma que vive nuestro pueblo cuando se pelean por una caja navideña con escasos víveres, en una costumbre que arrastra la política dominicana desde las “muñecas y bicicletas” del doctor Balaguer.
Es necesario hacer una profunda reflexión sobre la idea que tiene un partido de su propio pueblo cuando emplea esta iconografía sin asomo de sonrojo, resaltando lo evidente, cómo algo que se oculta a plena vista. Subyace un mensaje claro, siempre y cuando el PLD mantenga su hegemonía política repartirá favores a manos llenas. ¿Preocupante, no?
Revisando la citada página del partido para este artículo, se descubren otras imágenes igual de alarmantes, al parecer este estilo es parte la visión conjunta de la institución sobre la comunicación gobernantes-gobernados, lo que es más preocupante todavía.
Obviamente, este mensaje va dedicado a un sector muy especifico de la población, aquellos que por la desigualdad social y económica sobreviven como pueden sin la oportunidad de formarse y asumir la política nacional como un ejercicio reflexivo, en cuyas buenas decisiones reposa el destino de nuestro país.
De ahí que sea responsabilidad de todos y todas despertar y comenzar a participar de forma crítica en nuestra política, e impulsar una correcta formación en cada uno de nosotros, de lo contrario, no hay manera de diferenciarnos de esa grotesca caricatura en la que se nos asemeja a mendigos felices e ignorantes.
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