Los conceptos “liderazgo” y “gerencia” guardan mucha relación, pues el primero suele tener repercusiones en el segundo y viceversa. Sin embargo, mientras los líderes generan cambios en las personas mediante la influencia en sus valores y emociones, los gerentes se enfocan en el cumplimiento de las obligaciones atendiendo a criterios racionales. Los líderes toman en cuenta las necesidades de cada persona y las motivan, pero los gerentes priorizan la toma de decisiones, los resultados y la eficiencia.
La dilatada labor del general ® Juan Manuel Méndez al frente del Centro de Operaciones de Emergencias (COE), lo ha posicionado más como un reputado gerente, sin obviar su liderazgo.
Ignorando las posibles debilidades de las que podría adolecer su gestión y que estarían atrapadas en algunos de los factores del clima organizacional, el popular servidor público ha puesto de relieve tres errores gerenciales y de liderazgo que conviene señalar, a los fines de promover la mejora continua de estos niveles de la estructura organizacional.
En primer orden, cabe puntualizar la exacerbada exposición en medios de comunicación de ciertas aristas de su vida privada. Abordar o dirimir esporádicamente cuestiones de naturaleza ajena a las tareas del cargo, no constituye en modo alguno un acto reprochable para ningún gerente. Todo lo contrario, esto le permite mostrar su naturaleza humana, falible y vulnerable. Sin embargo, la vida privada jamás debe robar protagonismo al desempeño público, escenario recurrente en el caso del también abogado.
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En otro orden, es cierto que una de las grandes características del líder efectivo está referida al empoderamiento y el desarrollo de las capacidades de sus seguidores y de su equipo de trabajo a los fines de minimizar su dependencia respecto a su guía y motivo de inspiración.
Esto permite que, en su ausencia, las labores continúen ejecutándose normalmente. Ahora bien, estas consideraciones no aplican a los momentos de crisis de alto impacto, cuando el líder deberá hacer todo lo posible por permanecer junto a su tropa, proporcionando el apoyo, la seguridad y la confianza que suelen mermar en situaciones de premura y gran incertidumbre.
Esta fue la premisa que desestimó el general ® Méndez cuando delegó la toma de decisiones durante el disturbio atmosférico del pasado fin de semana. Quiérase o no, el liderazgo impone este tipo de sacrificios, y ése era un momento insoslayable para cualquier líder, sin importar cuántas otras veces le haya tocado reeditar el singular desprendimiento.
Finalmente, el liderazgo más efectivo suele guardar consistencia con el comportamiento. Es decir, el líder debe traducir sus palabras en acciones y constituir así un referente para sus seguidores.
En ese sentido, si bien es cierto que el director del COE ha dado muestras de la coherencia necesaria para que la población acate sus lineamientos, es oportuno precisar que cuando exhortaba a la ciudadanía a suspender las actividades festivas y otras consideradas “superfluas” durante las aludidas lluvias torrenciales, mientras él asistía a la boda de su hijo, soslayó el compromiso de ser ejemplo.
Podrá tener más de una “comprensible razón humana” para haber tomado la difícil decisión ante tan desafiante dilema, pero, en lo adelante, no podrá subestimar los argumentos en ese mismo tenor que puedan esgrimir los dominicanos comunes y corrientes para hacer lo propio en medio de catástrofes similares.
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