Kapuscinski (2002) afirma: “(…) para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. A simple vista puede parecer una idea taxativa, pero es que el oficio del periodismo entraña una importante función social que va más allá de la mera información que se brinda.
Un buen profesional se convierte en defensor de los derechos de la población, su capacidad de exposición de los hechos le permite dar voz a los sectores desposeídos e invisibles para el sistema, apegarse a esta norma en medio de tentaciones de soborno, peligro de la integridad física o la condena al ostracismo social, requiere tener unos principios firmes y una voluntad noble hacia el deber.
El libre ejercicio de este rol es garantía de salud democrática, de ahí que los gobiernos totalitarios hayan tenido a lo largo de su historia, entre los primeros pasos de dominación, el domeñar a la prensa en general y utilizar todo lo posible los medios de cada época para su propaganda.
Se pueden observar ejemplos de ello en la dictadura Franquista española, donde los NO-DOS eran informativos institucionales de exposición obligatoria antes de presentar cualquier película en los cines, desde 1942 hasta su extinción oficial en 1982, durante mucho tiempo esta era la única vía de información permitida por el régimen.
Antes de Franco en España, el Tercer Reich en la Alemania Nazi en 1939 llegó a utilizar un informativo traducido a 16 idiomas como forma de propaganda de las actividades de su ejército.
Otro caso de periodismo de propaganda fue empleado mucho antes por Mussolini en Italia: “(…) en el año 1922 fundó el Instituto Nacionale Luce, dedicado a la edición del noticiario Cinegiornale Luce cuya exhibición desde el 1930 era obligatoria en todos los cines de Italia. Los contenidos buscaban destacar los discursos de Mussolini o las recepciones de los dignatarios alemanes en un formato breve y sencillo” (Montero 2018).
A medida que el periodismo ha ido evolucionando, lo han hecho las sociedades, por igual se han sofisticado las formas en que se utiliza la profesión con fines de propaganda, en la época contemporánea y en nuestra región Latinoamericana tenemos ejemplos como el caso colombiano donde el estudio llevado a cabo por Juan Carlos Gómez-Giraldo y Juan Camilo Hernández-Rodríguez, titulado “Libertad de prensa en Colombia: entre la amenaza y la manipulación”, de junio de 2009, reveló que en Colombia la libertad de prensa se encuentra en un estado deplorable, con un alto nivel de periodistas bajo amenaza de muerte, que permanecen en un estado de peligro constante.
El estudio concluyó: “(…) el Estado produce y procesa la información y acorrala a los periodistas limitándolos a informar a través de comunicados de prensa que construyen la “verdad” de los hechos".
Asimismo, está el caso de México que en 2008 fue considerado el cuarto país del mundo con el mayor índice de homicidios de periodistas, por detrás de Irak, Paquistán y Filipinas.
El proceso de debilitación de las democracias pasa por el control de los medios y de intervenir en la información, la retrospectiva anterior nos sirve para contextualizar la situación actual de la República Dominicana, donde se están dando dos fenómenos en paralelo que encienden las alarmas de mala salud democrática.
Por un lado, los periodistas que de forma explícita y solapada ejercen como portavoces del gobierno, denominados popularmente como “bocinas”, por otro, asistimos al arrinconamiento de aquellos y aquellas profesionales que deciden apegarse a la verdad, a la defensa de los valores de la profesión y que, como debe ser, cuestionan el poder, ya que en varios casos recientes vemos cómo son expulsados de los programas, se les cierran los espacios de difusión, incluyendo canales de YouTube.
Lo que no siempre se circunscribe a programas informativos, sino que alcanza espacios dedicados al entretenimiento, donde se hace opinión a través del humor o la sátira, género que desde siempre ha sido un vehículo importante para contextualizar las realidades sociales.
Esta desaparición o aislamiento de voces críticas es directamente proporcional a una democracia famélica y dudosa, muchos podrán pensar que esta evidente manipulación de la información es un efecto más de una sociedad enferma de corrupción, pero en realidad, es la fiebre que anuncia una infección mayor y creciente.
Sin libertad de prensa, sencillamente no hay democracia, los periodistas convertidos en anuncios andantes de los sectores de poder, alienan, manipulan y confunden, logrando todo lo contrario de aquello a lo que está llamado nuestro oficio.
La población debe mostrar una postura crítica y activa, castigar mediante la audiencia la manipulación de la información, debe responder por las vías que ponen a su disposición las redes, dentro de los límites del respeto cuando entiende que se intenta tergiversar los hechos en favor de determinados sectores, y brindar su apoyo a los profesionales probados que ponen su vida y oficio al servicio de la verdad que, a cambio, en muchas ocasiones son vilipendiados y apartados, mientras que otros, que han escogido la deshonrosa vía fácil, se enriquecen ante nuestros ojos.
Z Digital no se hace responsable ni se identifica con las opiniones que sus colaboradores expresan a través de los trabajos y artículos publicados. Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducción total o parcial de cualquier información gráfica, audiovisual o escrita por cualquier medio sin que se otorguen los créditos correspondientes a Z Digital como fuente.