La contrapartida popular, democrática y antiimperialista se expresa en variadas formas de rebeldías frente al feroz contra-ataque de EE.UU. y aliados, sobretodo en Nuestra América, Medio Oriente y parte de Asia.
Crece el rechazo a las opciones neo-fascistas, ultraderechistas, re-colonizadoras, intervencionistas, muy evidentes en casos como el de Argentina, Brasil, Paraguay, Honduras, Haití, Puerto Rico, Siria, Irak, Yemen, Libia…
Las FARC-EP retoma la insurgencia armada frente a la traición y perversión del Acuerdo de Paz de la Habana, impactando positivamente la subjetividad revolucionaria en Colombia, nuestra América y más allá.
A EE.UU. se le han frustrado los intentos de agredir militarmente o amedrentar a Irán, Corea del Norte, Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua…
La firme autodefensa y el respaldo recibido por el proceso bolivariano-chavista, juntos a sus recientes victorias tácticas, han fortalecido el torrente antiimperialista a escala continental y mundial; comenzado a aislar la agresiva política de EE.UU. y la línea neofascista de los Trump, Macri, Bolsonaro, Duque, Juan Orlando Hernández….
Asistimos a una agresividad imperialista, que más que expresión de fortaleza, es una aberrante señal de decadencia de EE.UU. como centro del Imperialismo Occidental; en cuyo contexto, la contra-ofensiva de los pueblos -más allá de cualquier revés temporal- tiene reales posibilidades de avanzar.
Procede desafiar al imperialismo fantoche
La decadencia de EE.UU. ha posibilitado además que los imperialismos emergentes (especialmente China y Rusia) puedan desafiar su ya declinante supremacía y burlarse de sus prepotencias retóricas y sus periódicas fantocherías; lo que coyunturalmente favorece las luchas por la liberación nacional y social de los pueblos oprimidos o agredidos por el imperialismo occidental, que de ninguna manera habrán de quedarse atrás.
El drama ambiental a escala planetaria y el auge de la lucha por la vida, las avalanchas migratorias de los pueblos empobrecidos por los imperialismos, revelan la incompatibilidad de la voracidad del gran capital con la existencia de la humanidad y del planeta, así como la reversión hacia los centros imperialistas de las crisis impuestas a su ´periferia dependiente.
En ese contexto el internacionalismo antiimperialista y anticapitalista continental y transcontinental se torna más pertinente y necesario para avanzar, dado el carácter global de la opresión y su ya evidente decadencia.
Esto exige –y evidentemente está en marcha- el fortalecimiento de los espacios regionales y mundiales de coordinación de las luchas de clase, del combate anti-patriarcal y la resistencia a la depredación de la Madre tierra, y emplaza a construir progresivamente vías eficientes de unidad para el accionar conjunto de los movimientos enfrentados al degradado sistema de dominación que gravita en todos los continentes.
La agudización de la confrontación entre pueblos oprimidos e imperialismo, junto al auge de las nuevas rebeldías emancipadoras, son factores sumamente importantes para despejar las diversas variantes de pesimismo y pasividad, y decidirnos a enfrentar con más posibilidades de avances y victorias los retos que platea la recolonización imperialista y el ultra-neoliberalismo que actualmente anulan soberanías y reciclan periódicamente los regímenes mafiosos que las grandes potencias capitalista le imponen a los países de la periferia dependiente.
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