Sigmund Freud afirmaba que reír tiene el poder de liberar a nuestro organismo de energía negativa, por lo que ejerce un efecto catártico en las personas. ¡Cuánta razón tenía el padre del psicoanálisis!
Hoy día son muchas las investigaciones que, corroborando aquella afirmación del neurólogo del siglo XIX, nos dicen que si bien no podemos afirmar que la risa garantiza la curación de las enfermedades físicas y los trastornos mentales, sí reporta muchos beneficios cognitivos y emocionales.
Reír promueve un estado de ánimo de alegría, lo cual crea una disposición favorable para la sanación, ya que todo esto se encuentra relacionado con el optimismo y una actitud positiva ante las circunstancias difíciles por las que atravesamos.
Cuando reímos, nuestro organismo libera neurotransmisores y hormonas tales como las endorfinas, la dopamina y la serotonina, los cuales están íntimamente vinculados con la disminución de la presión sanguínea, la relajación muscular y las sensaciones de bienestar, placer y felicidad.
Reír es una excelente estrategia para combatir el estrés y nos ayuda a superar la depresión, el temor y la angustia, aplacando la ira y la ansiedad.
Los efectos sociales de la risa son incalculables. Cuando reímos juntos, sentimos más atracción por aquellas personas con quienes compartimos los motivos. Es así como reír nos acerca a los demás, produciendo sinergia y estrechando los vínculos y el apoyo social. He ahí una de las más importantes razones del impacto de las redes sociales en el fenómeno comunicacional que ha venido a significar el auge de las redes sociales, a través de los famosos "memes", vídeos y cuanto recurso se nos ocurre para poner a funcionar nuestro sentido del humor, haciendo reír a nuestros amigos, familiares y seguidores, aún a través de un enfoque distinto de las tragedias y las miserias humanas.
La risa constituye un reflejo involuntario ante ciertos estímulos, por lo cual podemos observar que los niños tienden a ser más risueños que los adultos.
Desafortunadamente, con el correr de los años, nuestras historias de aprendizaje nos van enseñando a dosificar cautelosamente las risas e, incluso, a controlarlas aún en momentos en que sentimos enormes deseos de soltar una carcajada y distendernos.
Las experiencias traumáticas van moldeando la expresión de la risa, llegando incluso en algunos casos a mostrar intolerancia ante aquellos que no sucumben ante los desafíos que la vida le presenta, que saben sacar provecho aún a las peores adversidades y hasta sonríen ante las frustraciones, lo absurdo y lo imposible.
No permitas que la pandemia del covid-19 merme tu capacidad de reír. No me refiero a la burla, al sarcasmo o la falta de empatía. Tampoco se trata de asumir con ligereza las situaciones que demandan sabiduría, madurez y fortaleza para gestionar tu futuro, solidaridad con el prójimo y responsabilidad social con la patria. De ninguna manera aludo a un mecanismo de defensa para vivir ignorando los retos que debes afrontar con conciencia. Me estoy refiriendo a la risa terapéutica que proyecta vigor y optimismo, uno de los mejores antídotos contra la percepción de derrota y a favor de tu poder de resiliencia y de la convicción de que es posible volver a empezar.