En su obra “El Príncipe,” Maquiavelo argumenta que los líderes políticos no tienen que tener virtudes, pero deben aparentar tenerlas. Asimismo, el autor explica que las personas juzgan a los líderes solo por lo que aparentan y por sus resultados1. Por lo tanto, al político le conviene ser astuto, tramposo, mentiroso, etc., con tal de lograr sus objetivos siempre y cuando mantenga una apariencia virtuosa y maneje bien las cosas de Estado.
Al parecer Maquiavelo está en lo correcto, parcialmente. La historia recoge una larga lista de políticos que mantuvieron apoyo popular mientras aparentaban ser hombres y mujeres de alta estima. Políticos que luego perdieron sus cargos y algunos hasta sus vidas, cuando sus malos hábitos quedaron al descubierto y la apariencia de virtudes quedó expuesta. Uno de los casos más icónicos fue el de el senador por el estado de Wisconsin, EE. UU., Joseph McCarthy, quien se dedicó a propagar la infundada idea de que comunistas se habían infiltrado en el Gobierno de los EE. UU. y en otras áreas durante la Guerra Fría.
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Las tácticas demagogas de McCarthy, hoy conocidas como Macartismo, le granjearon gran reconocimiento entre el público estadounidense. Pero su carrera se fue a pique cuando el Senado lo censuró. McCarthy murió al poco tiempo, alcohólico y olvidado. Entre estos casos también podemos contar al presidente Richard Nixon, Gary Hart, Bill Clinton, Eliot Spitzer, Anthony Weiner, Robert Dwyer, y la lista continúa extensamente. Políticos en cargos electivos en varias naciones han tenido que renunciar a sus puestos, han perdido elecciones y han parado en la cárcel por escándalos morales y fiscales.
Recientemente, los escándalos de corrupción de la infame empresa brasileña Odebrecht han llevado a la ruina la carrera política de Lula da Silva, Dilma Rousseff, Pedro Pablo Kuczynski, Ollanta Humala, Alejandro Toledo, Ricardo Martinelli, etc. Aun así, entiendo que Maquiavelo falló en su predicción porque en la República Dominica ni siquiera guardar las apariencias hace falta. Los actos de corrupción son flagrantes e irritantes, al punto tal que se han nombrado funcionarios bajo prisión al momento de su designación.
Una de las herramientas más importantes de la democracia es la facultad que le otorga al electorado de castigar o recompensar en las urnas a los políticos por sus actos. No obstante, factores como el clientelismo y la pobreza mitigan el voto anticorrupción2. Como resultado, titulares y candidatos acusados de diferentes delitos logran salir airosos en las contiendas electorales. La realidad es que la pobreza crea las condiciones de vulnerabilidad necesarias para que la compra de votos y otras tácticas clientelares manipulen la voluntad de los votantes.
Tal como reza el refrán “El corazón de la auyama solo lo conoce el cuchillo”. Aunque es prácticamente imposible conocer los motivos ulteriores de los políticos, si podemos conocer sus hechos. Si bien nuestra democracia es débil, tiene aspectos bien estructurados como la libertad de prensa. Nuestro país cuenta con un sinnúmero de periodistas, periódicos, programas radiales y de televisión que a diario dejan al descubierto la moral de bisutería que caracteriza a muchos políticos. Por desgracia, la divulgación de esta información no ha logrado producir un castigo electoral y mucho menos judicial.
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En 1998, el entonces presidente de los EE. UU., Bill Clinton, fue impugnado en la Cámara de Representantes por perjurio y obstrucción de justicia en el famoso escándalo sexual con su empleada Mónica Lewinsky. Hoy día, ya pasados 20 años, políticos dominicanos acusados de recibir dinero del narcotráfico, de aceptar sobornos de Odebrecht, de vender terrenos del Estado, de malversar fondos, etc. todos estos delitos más graves que la mentira que originó el escándalo/farándula de Bill Clinton, gozan de la más absoluta inmunidad electoral y judicial. Si la virtud es imposible en la política, al menos, forcemos a los líderes a guardar las apariencias.
1 Maquiavelo, N. (1532). “El Principe.” Capitulo XVIII
2 Casey, Peter Colum, "Voting for Corruption: How Poverty and Inequality Undermine Democratic Accountability in Latin America" (2014). All Theses and Dissertations (ETDs). 1226.
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