(Del libro "Pájaros En El Vértice")
Que nadie niegue, por piedad, la dulzura
de la seca rama de los sexos;
que te sea leve la noche,
leve la sal,
leve la tierra a tu pecho;
en el horizonte ardía un pueblo,
la rama al viento ¡qué dulce!
azuzaba la brisa,
esta misma tarde estarás conmigo
en el paraíso, por piedad,
nadie niegue el dulce de la seca rama,
que le sea leve la lluvia,
que les eleve a la sala
en sus grupas de perrita flaca
flameando la larva y la lengua
con la carótida puesta en el río
de ácaros por la borda arrojados
como si ya no cupiese en la barba
de Caronte la hojarasca
que la seca rama de los sexos,
por piedad,
suplica dulzura
al magma del Etna
y las pezuñas del fauno con el laúd,
no hay tálamo para raíces,
esta misma tarde
estarás conmigo en el paraíso,
al amanecer verás romper en las piedras
los rostros de todas las hijas
sin parir bajo los aludes, verás
derrapar jinetes y galgos,
babear verás a los hombres
envejecidos de viaje,
sin un tercer evento antes de ser inmortales,
sin una promesa de fosa o lecho campo través,
sin una tabla en los pies profetizando el vacío,
que por piedad alguien corte de este musgo la rama
seca de los sexos con su alarido
de gatas azotadas por ventanas
que se estremecen al paso
de espíritus chocarreros
o de amantes descubiertos.
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