Adelaida Martínez Aquí estamos

La niña del candado: un ejemplo de criar infundiendo miedo

miércoles 15 agosto , 2018

Creado por:

Adelaida Martínez | Foto: Kelvin de la Cruz

Me detuve al oírla sollozar. Estaba ahí… arrinconada cerca de un colmado en una concurrida calle de Villa Progreso, sector donde nací en Puerto Plata. Para muchos ella era invisible. Pasaban a su lado y más que preocuparse y ocuparse, la molestaban y se burlaban.

Al mirarla, vi que era una niña que no pasaba de los ocho años. A su llanto con "jipío" se sumaba el hecho de que andaba despeinada y un poco harapienta, notándose el natural descuido por parte de sus tutores y por supuesto… la pobreza.

No pude contenerme. Me acerqué y le pregunté qué le pasaba. La respuesta vino un tiempo después de detener los sollozos y con la manga del vestidito secarse los mocos y las lágrimas.

Cuando decidió hablar, aún temblaba. Era como si el mismo demonio la hubiese hecho correr tras un gran susto. Yo debía llegar a casa, pero no podía hacerlo hasta que se calmara. No me lo hubiese perdonado.

Todo ese llanto y miedo tenían una razón: había perdido la llave del candado de su casa y esperaba la gran golpiza que recibiría si no llegaba con ella.

Me produjo un mal sabor y un gran dolor ver a esa niña tenerle tanto temor a quienes debían infundir en ella amor, cuidado, respeto y fuerzas: sus padres.

Revisé mis bolsillos y pedí a Dios que me alcanzaran las monedas que llevaba encima para comprar un candado, porque yo también era una niña. Tenía para ese entonces unos 12 años, pero lo recuerdo como si fuera hoy. ¡Siempre detesté la violencia!

¡Bingo! El hombre del colmado nos dio buenas noticias. Las monedas que llevaba encima alcanzaron para comprar un candado nuevo.

Al comprarlo y entregárselo… ella sonreía un mundo y eso para mí no tuvo precio. ¡Ya no lloraba! ¡Problema resuelto! ¡Ya no le pegarían!… Por lo menos, no por eso.

Comparto esta historia a propósito de comentarios sobre “criar con mano dura”. Tantos años después y siempre la recuerdo. Quisiera saber qué fue de su vida, pero me apena pensar que terminó como la mayoría de las niñas de muchos sectores marginados, con un montón de hijos a destiempo por huir de la violencia en el hogar. Tomando un camino por presión, no porque quisieron.

Muchos padres confunden el criar con rectitud y firmeza a hacerlo con agresividad y violencia. Lo último no es el camino, porque definitivamente quien recibe amor, da amor, mas quien recibe maltratos, crecerá temeroso y replicará el agredir a quienes asuma como débil.

Lo que deseo es que desde cada espacio se empiece a construir y a cambiar la realidad de la crianza en nuestro país. Que desde los medios de comunicación cuidemos lo que decimos y lo que pedimos, porque nos escucha un pueblo con una cultura que aún tiene demasiados tabúes que no se desmontan de la noche a la mañana.

Construyamos, no destruyamos ni reforcemos métodos del subdesarrollo y de la no educación, porque no es lo mismo criar con respeto que criar con miedo; no es lo mismo sentarse y hablar que pararse con una mirada endemoniada y dar una golpiza. Asuma los dos ejemplos y pónganse en lugar de un ser indefenso ante ambas realidades: un niño.


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Adelaida Martínez

Periodista con maestría en periodismo y especialidad en comunicación institucional | Comentarista radial | Experiencia en los medios de comunicación desde el 2007.

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