La corrompida institucionalidad vigente, especialmente sus detentadores desde el sistema de partidos y sus socios en el gran empresariado privado, no tiene de otra que aferrarse a la reproducción de unas elecciones estructuralmente fraudulentas que les garanticen o continuidad, o reciclamiento al poder constituido.
La rendición de cuentos el pasado 27 de febrero confirma que la re-postulación del presidente Danilo Medina vuelve y vuelve por segunda vez, siempre con sus lacras y malas artes, sus traumas y corruptelas.
La mala conciencia y los riesgos de pérdida de libertad y fortunas, generados por la indignación verde, los aferra al poder; a un poder en el que intervienen agresivas mafias políticas, empresariales y militares, criollas y extranjeras.
La reciente manipulación y pactos espurios respecto a una ley de partidos mostrenca ha reforzado el oligopolio electoral; mientras la aprobación al vapor de la ley orgánica sobre la materia, no deja dudas sobre la repetición de la farsa con ventajas para los actuales jefes y beneficiarios de la dictadura constitucional mafiosa.
El racismo anti-haitiano de corte fascista, que no es igual a preocupación genuina por el tema migratorio, ni al respeto mutuo de la línea fronteriza y las identidades nacionales dominicana y haitiana, está siendo febrilmente utilizado como arma de chantaje y derechización de esa espuria competencia electoral y, peor aún, como instrumento para conformar una corriente política neo-fascista, que si por inacción de la contrapartida logra convertirse en fuerza masiva, podría generar situaciones trágicas.
Así las cosas, nada sugiere que lo electoral en el 2020 será mejor que en el 2016, signados los próximos comicios por un conjunto de estafas y fraudes descarados.
Todo lo contrario: la situación, en cuanto a la esencia del poder constituido, ha cambiado para peor, amenazando en la actualidad y de cara al futuro inmediato la vida de nuestro pueblo y de todo su entorno natural.
Por todo esto es lamentable que sectores vinculados a las luchas contra el sistema de corrupción e impunidad y a causas muy justas, insistan en legitimar esa farsa; en la que, o se pliegan a la oposición conservadora y articulada a la corrupción política y empresaria en busca de cuotas, o estarían conduciendo sus esfuerzos a nuevas frustraciones electorales.
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Lamentable, porque lo que demanda la repetición de esa historia de fraudes e imposiciones, es una estrategia de ruptura del podrido orden institucional establecido, vía desarrollo de democracia de calle y construcción progresiva de un poder popular constituyente; una estrategia de ruptura del bloqueo institucional y creación de una nueva institucionalidad democrática-participativa que recupere a la vez soberanía popular y soberanía nacional anuladas a través de un proceso constituyente que incluye la destitución del presidente y el gobierno de turno, antes o después de consumada la farsa.
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