Hace unas horas, nos enteramos de la renuncia "irrevocable" del Dr. Roberto Saladín como juez titular de la Junta Central Electoral. Al momento de su renuncia, el prestigioso abogado se dirigió al país cuando fue abordado por una batería de periodistas que le inquirió respecto al actual impasse por el que atraviesa el órgano electoral como consecuencia de la celebración de las elecciones primarias el pasado domingo.
No ofreció mayores detalles de los motivos que lo llevaron a tomar tan drástica decisión, aunque en los últimos días había manifestado mucha indignación por las acusaciones vertidas por el precandidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana Leonel Fernández, en el sentido de un supuesto fraude orquestado por la Junta Central Electoral en su perjuicio.
Sin embargo, apenas unos instantes después, el Dr. Saladín reculó en su posición, dejando sin efecto la renuncia y alegando que la decisión se produjo como consecuencia de un "acto de ira". No es la primera vez que presenta su dimisión a un cargo público. Ya en 1989 lo había hecho como gobernador del Banco Central ante él, a la sazón, presidente de la República, Joaquín Balaguer. En aquella ocasión, las razones que presentó estuvieron asociadas a lo que calificó como una falta de respeto a su persona cuando el mandatario tomó medidas económicas restrictivas de común acuerdo con el Banco Central, sin consultarlo con él.
La autorregulación o control de las emociones constituye una de las dimensiones básicas de la inteligencia emocional, y es fundamental para cualquiera gerente. Esto así, porque el trabajo gerencial está íntimamente ligado a la toma de decisiones, y ésta, a su vez, tiene impacto en toda la organización, no solo en el tramo que controla el gerente. Tomar decisiones equivocadas puede poner en riesgo la credibilidad y la imagen de la organización, y en este caso, del país.
Si bien es cierto que el control de las emociones es una competencia cardinal de los gerentes, hay que decir también que la administración de la cosa pública tiene algunas exigencias particulares, si la comparamos con la gestión de las empresas privadas. El funcionario público está mucho más expuesto al escrutinio de los ciudadanos, lo cual conlleva una mayor exposición a las críticas, que, en ocasiones, resultan sumamente incisivas.
Recordemos que el gerente de la administración pública desempeña su trabajo en un contexto político-partidista, donde los intereses y las pasiones a veces generan pronunciamientos despiadados, confrontando la escala de valores del gerente, su honor y su dignidad como persona.
Ante este escenario, se hace imperativo actuar con prudencia y posponer las decisiones si fuere necesario, evitando de esta manera ser víctima de secuestros emocionales. En el intervalo entre el estímulo que ha provocado la ira y el momento de tomar la decisión, es recomendable también hacer consultas con compañeros de trabajo, familiares o amigos, ya que el trabajo en equipo es también parte de la inteligencia emocional que redunda en un mejor desempeño.
Finalmente, evitar exponerse al estímulo estresor por un tiempo, nos permite hacer una introspección y analizar las repercusiones que podría tener la decisión, tanto en la propia vida como en la familia y el país, y esto es parte de la responsabilidad social corporativa que debe animar el trabajo de todo gerente y funcionario público.
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